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Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos.Éxodo 20:19 |
El libro de Éxodo, contiene uno de los pasajes más extraños en todas las Escrituras. Mientras Israel acampaba en el Monte Sinaí, ellos repentinamente fueron cubiertos por una gran oscuridad y una increíble llama de fuego. De adentro de esa llamarada, Dios habló: “Estas palabras habló Jehová a toda vuestra congregación en el monte, de en medio del fuego de la nube y de la oscuridad, a gran voz. (Deut. 5:22).
Los montes que rodeaban a los israelitas estaban encendidos ese fuego sobrenatural consumía todo lo que encontraba a su paso. Hubo un gran estruendo como si la tierra se estaba partiendo en dos. Y en medio de todo esto, Dios habló audiblemente con una voz que era asombrosa y poderosa.
Mientras todo esto estaba pasando, los israelitas estaban parados, congelados de terror. Ellos estaban convencidos que morirían antes que la voz del Señor dejara de hablar. De acuerdo con las Escrituras, an Moisés, el gran amigo de Dios “Temió y temió con gran temor”. Seguramente habían pensado que estaban colgando de la boca del infierno.
Finalmente, la voz se detuvo. Los relámpagos pararon y el temblor terminó. Y después de poco tiempo, el sol comenzó a brillar. Mientras la gente miraba a su alrededor, ellos miraron que todos an estaban vivos. Fue un milagro. Ellos habían oído la real y audible voz de Dios y vivieron.
Evidentemente, tan pronto como esta increíble manifestación terminó, los ancianos y líderes de cada tribu, convocaron la más grandiosa reunión de alabanza en la historia de la humanidad. Todos podían testificar de esa gloriosa experiencia que cambiaba la vida que Dios les había dado.
Me los puedo imaginar diciendo: “Esto es increíble. Ninguno ha oído la voz de Dios de en medio del fuego y ha sobrevivido. Podemos contar a nuestros nietos que estuvimos ahí cuando Dios nos habló.” También puedo imaginar a los sacerdotes Levitas amonestando al pueblo: No olviden este día. Hemos visto como nadie la santidad todopoderosa del Señor, vivamos en su temor siempre.”
Sin embargo, esta reunión no era de alabanza-de ninguna manera. Increíblemente los ancianos dijeron a Moisés: No podemos con este tipo de experiencia. No queremos oír la asombrosa voz de Dios otra vez. Si él nos vuelve a hablar otra vez de esa manera, moriremos. De ahora en adelante, queremos escuchar su voz a través de un hombre.
Su respuesta era totalmente desconcertante. ¿Por qué alguien reaccionaría de esta manera a tal glorioso milagro de Dios comunicándose con su pueblo? Yo puedo decirles por qué: porque los israelitas tenían pecado escondido en sus corazones. Ellos eran idólatras a escondidas.
Increíblemente, esta gente an se aferraba a sus pequeños ídolos de oro que habían traído con ellos de Egipto- imágenes talladas de Moloc y la estrella del Dios Renfán. El apóstol Esteban dijo: “estos ídolos son… figuras que os hicisteis para adorarlas…” (Hch. 7:43). Los Israelitas habían tallado algo parecido a los becerros de oro gigantes que los egipcios adoraban. Ellos decían: T libéranos de Egipto. T eres nuestro Dios”. Y ahora, en el desierto, ellos todavía no habían dejado su horrible idolatría.
Esteban llamó a esta gente: … La congregación en el desierto…” (versículo 38). Él estaba sorprendido que an después que el Señor les había hablado audiblemente, sus corazones estaban todavía en la idolatría de Egipto. Él dijo de ellos: “… nuestros padres no quisieron obedecer, si no que le desecharon, en sus corazones se volvieron a Egipto.” (versículo 39).
Usted puede ver por qué la voz de Dios hizo temblar a esta gente. La razón por la cual ellos pensaron que morirían porque estuvieron en la presencia de un Dios santo y todopoderoso- no de un ídolo tallado y sin vida, su Espíritu había impresionado sus almas, y sus conciencias los estaban convenciendo.
Usted tiene que entender que Dios
no está jugando el papel de un monstruo divino,
tratando de asustar a su propio pueblo.
Esta gran escena de estremecimiento y temblor no era un espectáculo de espanto para aterrorizar a Israel a la obediencia. Eso no era lo que nuestro Dios de amor estaba haciendo. Moisés explicó al pueblo los propósitos de Dios: “Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis.” (Ex. 20:20). “Andad en todo el camino que Jehová vuestro Dios os ha mandado, para que viváis, y os vaya bien, y tengáis largos días en la tierra que habéis de poseer.” (Deut. 5:33).
Moisés dijo en esencia: Dios no esta furioso con ustedes, esta majestuosa experiencia no se trata de eso. No. l quiere daros poder con su asombroso temor. Él está tratando de hacer en ustedes un arma poderosa que los proteja en contra del enemigo. Y l está haciendo esto de manera que ustedes puedan vivir victoriosamente todos los días de su vida.
En este punto, sin embargo, el increíble fuego había desaparecido, los poderosos truenos y rayos supernaturales se habían ido, y la indescriptible voz de Dios estaba en silencio, así que ahora los líderes vinieron a Moisés con sus “temores”. Superficialmente, sus palabras sonaban muy religiosas: “Nosotros hemos visto cuán grande y glorioso es el Señor. Y tuvimos el privilegio de escuchar la voz audible de Dios. “Ahora sabemos que es posible escuchar su divina voz y vivir. Hasta ahora todo iba bien.
Sin embargo, después vino la lógica más extraña de la Biblia. Estos líderes dijeron a Moisés: “…hoy hemos visto que Jehová habla al hombre, y éste aún vive. Ahora, pues, ¿por qué vamos a morir, por qué este gran fuego nos consumirá si oyéremos otra vez la voz de Jehová nuestro Dios, moriremos, porque, ¿Qué es el hombre para que oiga la voz del Dios viviente, que habla de en medio del fuego, como nosotros lo oímos y aún viva?” (Deut. 5:24-26). Ellos habían oído la voz de Dios y habían sobrevivido. ¿Qué extraña lógica es ésta?.
Ellos dijeron a Moisés: Nosotros sabemos que podemos oír hablar a Dios de en medio del fuego y sobrevivir. Sin embargo, si tenemos que sentarnos bajo su directa, pura, y santa voz seremos consumidos. ¿Por qué tendríamos que morir? De toda la gente en el mundo, nosotros somos los que hemos oído la voz de Dios y vivimos.
Pero el Señor sabia lo que había en sus corazones. Dijo a Moisés: He oído la voz de las palabras de este pueblo, que ellos te han hablado; es correcto todo lo que han dicho (versículo 28). Dios estaba diciendo, en otras palabras: Las palabras de la gente suenan bien porque ellos conocen el vocabulario religioso correcto. Es el lenguaje de gente humilde y obediente como si ellos tuvieran un genuino temor de mí.
El Señor luego nos da una clave acerca de lo que realmente estaba pasando: ¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre! (versículo 29).
Ellos estaban dando honor a Dios con sus labios – pero sus corazones estaban lejos de Él. Para citar a Isaías: …este pueblo se acerco a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón esta lejos de mí, y su temor de mi no es mas que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado. (Isaias 29:13).
Los israelitas eran tan devotos a sus pequeñas imágenes de oro, que nada los podía alejar de su alabanza idólatra. Ni siquiera una montaña de fuego, un terremoto sobrenatural o un trueno destrozador podía desatarlos de su idolatría. Ellos finalmente ignoraron la voz audible de Dios, en toda su santidad y majestad.
Israel insistió en escuchar
una voz más suave.
Cuando los ancianos de Israel dijeron: Necesitamos, un mensaje más suave, de otro modo moriremos – ellos tenían mucha razón. Cada vez que usted está bajo la predicación del Espíritu Santo escuchando la palabra ungida y convencedora de Dios seguro que vas a morir. Eso es, morirás a tus pecados.
En la actualidad, miles de creyentes se aglomeran a escuchar predicadores que no saben nada del temor de Dios. Y eso era exactamente por lo que los Israelitas clamaban. Poco después de escuchar la voz de Dios hablarles audiblemente, se estaban aferrando a sus ídolos de nuevo. Sus alabanzas al Señor eran simplemente un servicio de labios hueco y sin significado.
Si fuéramos a traducir la súplica de los israelitas en términos modernos, sonaría algo así: Para toda esa predicación negativa. No queremos escuchar mas mensajes que asustan acerca del juicio. Todo lo que hacen es traer culpa innecesaria. Predicanos acerca del amor de Dios y el perdón después de todo, sólo somos humanos. Nuestro Dios es un Dios de amor, no de ira y temor.
Un hombre escribió lo siguiente a nuestro ministerio: No sé quién me puso en su lista de correspondencia, pero por favor borre mi nombre inmediatamente. No puedo soportar su evangelio triste y su martilleo contra el pecado. Nadie es perfecto, ni siquiera usted. Ya he tenido suficiente con su evangelio de sentenciamiento.
Isaías habló sobre esta clase de respuesta: …este pueblo es rebelde, hijos mentirosos, hijos que no quisieron oir la luz de Jehova; que dicen a los videntes: No veáis; y a los profetas: No nos profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras; dejad el camino… (Is. 30:9-10).
La palabra halagüeña en este versículo significa complaciente, halagadora. En pocas palabras Israel decía No nos diga cosas desagradables. Dinos cuan bien van a estar las cosas. Dinos como vamos a prosperar, cuantas cosas buenas están por ocurrir. Si no, quítese de delante de nosotros.
Ningún creyente que esconde pecado en su corazón quiere escuchar una palabra santa y que exponga el pecado. Esa persona siempre huirá de la voz de verdad del Espíritu Santo. Y se volverá a algún predicador que es blando con el pecado, que ofrece predicaciones blandas y profecías halagadoras.
Así que usted me preguntará: ¿qué mensaje fuerte dio la voz de Dios a su pueblo en el Monte Sinaí? l simplemente dijo esto: Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de tierra de Egipto, de casa de siervos. No tendrás dioses extraños delante de mí. No harás para ti escultura, ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ó abajo en la tierra, o en las aguas debajo de la tierra: No te inclinarás á ellas ni les servirás: porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la iniquidad de los padres sobre los hijos, y sobre los terceros, y sobre los cuartos, a los que me aborrecen, (Deut. 5:6-9).
Aquí estaba la pura y no adulterada palabra del Señor, saliendo directamente de su boca. Esta palabra debí hacer que el pueblo corriera a sus tiendas y destruyera sus esculturas. Debería haber conmovido sus corazones y hacerlos caer de rodillas. Pero en vez de eso ellos dijeron: Ya no más truenos, fuego y temblores. No más voz audible que nos hable. Danos un portavoz como nosotros, y que él nos hable. Entonces oiremos y obedeceremos.
Dios respondió inmediatamente al pedido
de Israel de escuchar a un hombre.
El Espíritu del Señor vino sobre Moisés, y él profetizo lo siguiente:
“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios: a él oiréis: Conforme a todo lo que pediste a Jehová tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: No vuelva yo a oír la voz de Jehová mi Dios, ni vea yo más este gran fuego, porque no muera.
Y Jehová me dijo: Bien han dicho. Profeta les suscitaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare. Mas será, que cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le residenciaré. (Deut. 18:15-19).
Simplemente Dios cumpliría la petición de Israel de dos maneras:
1. Primero, l hablaría a su pueblo a través de un hombre por los siguientes 1,500 años. l usaría profetas, jueces y reyes como sus santos representantes. En efecto, por cuarenta años Dios puso su palabra en la boca de Moisés para que hablara a esa generación. Esteban testificó que Moisés recibió oráculos vivientes de Dios en el monte (Hch. 7:38).
Sin embargo, a través de los siglos, Israel rehusó a escuchar al Señor. Al cual nuestros padres no quisieron obedecer; antes le desecharon, y se apartaron de corazón á Egipto, (versículo 39). Se convirtieron en “…generación contumaz y rebelde, generación que no dispuso su corazón, ni fue fiel para con Dios su espíritu. (Salmo 78:8).
Generación tras generación, Dios hizo lo que la gente le había pedido, l habló a través de un hombre. Sin embargo, Dios dijo a través de Isaías a la generación siguiente: …hablé, y no oísteis; sino que hicisteis lo malo delante de mis ojos, y escogisteis lo que a mí desagrada. (Is. 65:12). Dios dijo lo mismo a través de Jeremías:
Desde el día que vuestros padres salieron de la tierra de Egipto hasta hoy. Y os envié a todos los profetas mis siervos, cada día madrugando y enviándolos: Mas no me oyeron ni inclinaron su oído; antes endurecieron su cerviz, é hicieron peor que sus padres.
Tú pues les dirás todas estas palabras, mas no te oirán; aun los llamarás, y no te responderán. Les dirás por tanto: Esta es la gente que no escuchó la voz de Jehová su Dios, ni tomó corrección; perdióse la fe, y de la boca de ellos fue cortada. (Jer. 7:25-28).
En su misericordia, Dios habló a su pueblo en toda manera posible- advirtiendo, cortejando, amando, amenazando. Y habló tan claramente que no había forma de errar a sus deseos. Sin embargo, la gente continuamente hacía oídos sordos a l.
2. Dios también habló a Israel de otra manera. l prometió enviarles un profeta. Y pasarían 1,500 años después de lo ocurrido en el monte Sinaí, antes que este hombre apareciera. Ese profeta es Cristo. Este es el Moisés, el cual dijo a los hijos de Israel: Profeta os levantará el Señor Dios vuestro de vuestros hermanos, como yo; a él oiréis. (Hch. 7:37).
Bajo este Nuevo Pacto: Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo. (He. 1:1-2).
Entonces, ¿por qué Dios esperó 1,500 años para cumplir la profecía de Moisés a Israel? Él lo hizo porque estaba esperando con gran paciencia todos esos años para ver la obediencia de su pueblo. Su retraso fue un acto de misericordia.
Jesús se refirió a la paciencia de Dios en su parábola del dueño de la viña. El dueño siguió enviando sus sirvientes pidiendo a los obreros los frutos. l envío un mensajero tras otro, pero sin resultado. Finalmente el dueño pensó: Enviaré a mi propio hijo. Quizás lo respetarán lo suficiente para obedecerme y reverenciarme. Pero aún así rehusaron responder. Y en su ira, hasta mataron al hijo del dueño de la viña.
Esto es lo mismo que le pasó a Israel. Generación a generación, Dios les envío representantes al pueblo pero ellos continuamente rehusaron escuchar. En efecto, ellos estaban tan determinados a aferrarse a su pecado, que ellos mataron a Su Hijo-portavoz, Jesús.
El punto de toda esta discusión es el siguiente:
Dios todavía nos está hablando claramente hoy día. Su voz celeste todavía está sonando poderosamente a través de toda la tierra. Y esa voz viene de un hombre Jesús, quien esta sentado a la diestra del Padre. Considera estas palabras de Hebreos:
Porque no os habéis llegado al monte que se podía tocar, y al fuego encendido, y al turbión, y a la oscuridad, y a la tempestad, y al sonido de la trompeta, y a la voz de las palabras, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más; porque no podían tolerar lo que se mandaba: Si bestia tocare al monte, será apedreada, ó pasada con dardo. Y tan terrible cosa era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy asombrado y temblando.
Mas os habéis llegado al monte de Sión, y a la ciudad del Dios vivo, Jerusalen la celestial, y a la compañía de muchos millares de ángeles, y a la congregación de los primogénitos que están alistados en los cielos, y a Dios el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos perfectos, y a Jesús el Mediador del nuevo testamento, y a la sangre del esparcimiento que habla mejor que la de Abel.
Mirad que no desechéis al que habla. Porque si aquellos no escaparon que desecharon al que hablaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháramos al que habla de los cielos. La voz del cual entonces conmovió la tierra; mas ahora ha denunciado, diciendo: Aun una vez, y yo conmoveré no solamente la tierra, mas aun el cielo. Y esta palabra, aún una vez, declara la mudanza de las cosas movibles, como de cosas que son firmes.” (Hebreos 12:18-28).
¿Entiendes lo que dice este pasaje? Cuando Dios hablo por primera vez, el pueblo respondió: No nos hables desde el cielo nunca más. Háblanos a través de un hombre y Moisés profetizó Como ustedes pidieron, Dios va a levantar un profeta. Él será completamente humano y les hablará las palabras de Dios.
Jesús fue ese profeta prometido. Fue la encarnación de Dios, el Señor en cuerpo humano. l tuvo un ministerio terrenal como hombre y una multitud de testigos lo vieron ascender al cielo como un hombre. Ahora él tiene un cuerpo místico, el cual es su iglesia. Pero Jesús todavía es un hombre encarnado aún tocado con los sentimientos humanos que todos experimentamos.
Hoy, en estos últimos días, Dios está hablando una vez más desde el cielo. Y l nos está diciendo que va a sacudir todo a nuestra vista: La voz del cual entonces conmovió la tierra; mas ahora ha denunciado, diciendo: Aun una vez, y yo conmoveré no solamente la tierra, mas aun el cielo.” (He. 12:26).
Dios está diciendo en esencia: Yo sacudí la tierra en el Monte Sinaí. Pero cuando yo hable en estos últimos días, mi voz sacudirá ambos mundos, el natural y el espiritual. La posición actual temblará; nada quedará igual. Todo lo que se llame religioso todo lo que sea de Cristo o de la iglesia será sacudido por la voz de mi hijo, hablando desde el cielo.
Dios advirtió a Israel que todos los que rehusen escuchar al profeta se le pediría cuentas: Mas a cualquiera que no oyere mis palabras, que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta (Deut. 18:19). l estaba diciendo: Yo voy a mirar cada desobediencia – y tu darás cuenta de cada una de ellas.
La Escritura revela que aquellos que ignoraron las palabras de los profetas de Dios cayeron en ruina. Ellos se volvieron secos y amargos, murieron sin ningún gozo o paz. Mirad que no desechéis al que habla. Porque si aquellos no escaparon que desecharon al que hablaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháramos al que habla de los cielos. (He. 12:25).
No es el diablo quien está sacudiendo todo. El mundo entero está siendo sacudido por la voz de un Cristo victorioso. El hombre en la gloria se ha levantado en poder sobre su trono – y está hablando una palabra que está sacudiendo todo.
Traducido por: Marcos Zuniga
Miguel Núñez – “Dios Habló… El Hombre Dudó”
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