INTRODUCCIÓN
¡Hoy, Dios quiere hablarte! Cuando recibes su palabra, a Él recibes, del mismo modo que cuando la rechazas, a Dios rechazas.
Comenzamos con una pregunta: ¿Quién tiene la culpa de todos los males que tú tienes? El problema de la otra persona, ¿de quién es? ¡De él mismo! Cada uno de nosotros nos presentaremos delante de Dios, a rendir cuentas, sin nuestro padre, sin nuestra madre, sin nuestros hijos, solitos, desnudos, hasta sin la ropa que tenemos puesta ahora. ¡No podremos esconder nada! No culpes a los que te rodean, de la situación que estás padeciendo. ¡No es lo que entra a tu vida lo que te contamina, sino lo que sale de ella! Jesús presenta una enseñanza muy especial acerca de ello y hoy lo aprenderemos.
¿QUÉ ES LO QUE CONTAMINA AL HOMBRE?
Leamos Marcos capítulo 7, versículos 6 y 7: 6Respondiendo él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, Mas su corazón está lejos de mí. 7 Pues en vano me honran, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres”.
Se planteó una discusión, porque los discípulos, al pasar por un campo, tuvieron hambre, entonces, cortaron algunas espigas de trigo y las comieron, violando así uno de los mandamientos de los ancianos que indicaba, que antes de comer había que lavarse las manos siguiendo un ceremonial especial. Todo buen judío tenía que observar determinadas reglamentaciones religiosas que provenían de lo que ellos mismos llamaban “la tradición de los ancianos”. Los religiosos de la época le dijeron a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos inmundas?” Hay toda una recopilación de enseñanzas que constituyen la ley de Moisés, que es lo que está en la Biblia y también hay toda una interpretación de la ley de Moisés, que escribieron los ancianos y que se denomina la “tradición de los ancianos”.
Dios tiene un serio problema con las personas que no saben diferenciar entre su palabra y la tradición religiosa de la iglesia. Jesús hizo una diferencia muy clara entre lo que Dios dijo y lo que decían los ancianos; éstos querían hacer cumplir la ley de Dios a la gente, y para ello, ponían reglamentos que terminaron siendo ordenanzas que iban contra la ley de Dios. Jesús les respondió: “¡Hipócritas! Con razón escribe Isaías de ustedes: Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, enseñando como doctrina, mandamientos de hombres”. Una doctrina es lo que se cree acerca de una verdad divina establecida por Dios, es una enseñanza que deber ser creída y no arrancada. El libro de Apocalipsis dice en reiteradas oportunidades: “Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida…” (Apocalipsis 22: 18-19). En la época de Jesús, existían dos corrientes religiosas: Los saduceos, que no creían en el más allá, en la eternidad, ellos sacaban partes de la palabra de Dios y los fariseos, que sí creían en la eternidad pero reglamentaban todo y Jesús los criticaba porque diezmaban hasta la menta y el eneldo, pero dejaban pasar lo más importante de la ley de Dios que es la misericordia. Y en este mismo pasaje que estamos leyendo Jesús les dice: “Porque ustedes se levantan contra la palabra de Dios, por hacer cumplir los reglamentos que ustedes tienen”. Los ancianos habían establecido una ley, la del Corbán; que expresaba que si yo había apartado algo para ofrendárselo a Dios, eso era intocable, y si mis padres tuviesen necesidad, no podría ayudarlos con ese dinero y honrarlos porque era Corbán; Jesús entonces les dice: “Dios ordenó honrar al padre y la madre, pero ustedes le dicen a la gente que si el dinero que tienen es Corbán, tienen el derecho de negarle asistencia a ellos, si hacen esto, cumplen con la ley de los ancianos pero no con la ley de Dios que dice “honra a tu padre y a tu madre”, enseñando como doctrina, reglamentos humanos ”.
¿Por qué se enoja Jesús? Porque la gente no tiene conciencia y no sabe discernir entre lo que ordena Dios y lo que prescribe el hombre; las personas se confunden porque no se interesan tanto en entender y conocer la palabra de Dios sino en saber qué se puede hacer y qué no… muchos vienen a una iglesia y preguntan: “¿Aquí las mujeres pueden usar pantalón o no? Si se puede usar pantalón, me gusta, me quedaré en esta iglesia”. Les importa muy poco si Dios permite o no usar pantalones… quieren usarlos, así que deciden ir a esa iglesia. La gente quiere saber de reglamentos, qué está bien y qué no… No les importa saber qué dice Dios de determinado tema, sino qué dice la iglesia. ¿Permiten fumar en esta iglesia? ¿Permiten tomar vino? Dios se enoja con aquellas iglesias que se interesan más en reglamentos que en amar a Dios y respetar su palabra, porque lo que él ha dicho es muy importante. ¿Te gustaría tener un novio al que le escribes cartas y que él no lea ninguna? “Te amo pero no he tenido tiempo de leer las 12 cartas que me mandaste en los últimos 6 meses. ¡Cómo me gustaría saber lo que me dijiste pero no tengo tiempo! ¡Pero las tengo guardadas en un cajón!” Hay gente que tiene la Biblia abierta en una mesita de su casa, otros, para dormir bien, la usan de aspirina y la ponen debajo de la almohada. Esos le están diciendo a Jesús: “Amado mío, no he tenido tiempo de leer la Biblia, pero como tú verás, la tengo debajo de la almohada. Quiero que sepas, que la tengo abierta en el lugar más preferencial de la casa”. ¡Pero para llevarse bien con Dios, hay que amar su palabra! Quien ama la palabra de Dios, ama a Dios. El muestra a través de su palabra qué es lo que se debe hacer.
La gente no entiende que debe diferenciar entre la palabra de Dios y las tradiciones humanas. ¡Hay iglesias que están llenas de tradiciones! El deseo de Dios es que sus hijos estén unidos, pero la iglesia de Jesucristo está separada, dividida, y tristemente, la peor parte en esto la llevamos los pastores. Las iglesias están desunidas no por doctrinas; creemos las mismas, enseñamos la misma palabra, pero no estamos de acuerdo con la práctica de tal o cual pastor. ¡Estamos divididos por tonterías! No encontré ningún pastor de ninguna iglesia evangélica que predique en contra de la doctrina de la trinidad. ¡No! Todos creemos las cosas fundamentales, la palabra de Dios, que es lo que nos une. Pero, ¿qué es lo que nos divide? ¡Lo menos importante! Imagínate qué ridículo es que te lleves mal con tu esposa y te quieras divorciar solamente porque no sabe hacer un tipo de comida: Ella te ama, lava tu ropa, tiene limpia la casa, te espera para almorzar, te pone los zapatos en su lugar, pero decides divorciarte porque no te gusta cómo hace “tal” comida. ¡Qué locura! ¿No? Esto es lo que hicieron los fariseos con Jesús: “¿Por qué tus discípulos no cumplen con la ceremonia de lavarse las manos antes de comer?” ¿Y de dónde salió eso? ¡De la tradición de los ancianos! Y Jesús hace una división importante: “No enseñen como doctrinas, mandamientos de hombres”. A Dios le interesa por sobre todas las cosas, su palabra, que se respete lo que él ha dicho. Si Él ha dicho “honra a tu padre y a tu madre” tú debes hacerlo, no importa si te han fallado o te han abandonado, Dios sigue diciendo: ¡Hónralos!
LO QUE SALE DE TU CORAZÓN, ES LO QUE TE CONTAMINA
Estuve recientemente en Salto, una ciudad del interior del país, y en la reunión en la que estuve predicando, vino una mujer consternada porque tiene una hija de 16 años que todos los días le da convulsiones; le pregunté por qué pasó adelante y me contestó: “¡Quiero que Dios sane a mi hija!” La miro a la cara y le digo: “¿A quién odias?” Y me responde: “Odio a mi hermano”. “Dice el Señor que tu hija está enferma porque odias a tu hermano; si lo perdonas, tu hija se sanará”. “¡Pero yo no puedo perdonarlo!” “Entonces, tu hija seguirá enferma”. A veces queremos cumplir con esto y con lo otro, pero la palabra de Dios es tan sencilla: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Muchos dicen: “Hace años que estoy orando por esto, y Dios no me contesta”. ¡Pero hace años que Dios está esperando que perdones a la persona con la que estás resentida! ¿Dios es mentiroso? No, él cumple con su palabra, que si tú no perdonas, él tampoco te perdona. ¡El cumple! ¡Por eso es importante su palabra! Tú puedes hacer ayunos y oraciones, pero si no perdonas, ni el ayuno ni la oración te sirven de algo porque Dios presta mucha atención a su palabra. No te apresures a cumplir con tantos reglamentos de la iglesia, apresúrate a obedecer la palabra de Dios.
En este mismo pasaje, en Marcos capítulo 7, desde el versículo 15 hasta el 23, Jesús desarrolla una enseñanza que para mí es importantísimo que presten atención: No hay nada que esté fuera del hombre, que entre dentro de él, que le pueda contaminar; lo que sale de él, es lo que le contamina.
La insensatez, el adulterio, la fornicación, no entran sino salen de dentro del corazón. Tú puedes haber tenido muy buenos motivos para contaminarte por cosas que ves, que escuchas o por cosas que te hacen, pero Dios no te culpará por eso que oíste o que viste o por lo que te hicieron, sino por lo que tú dices y haces. ¡Tu problema no es lo que te hicieron sino lo que tú haces! Si bien tú puedes haber vivido circunstancias conflictivas y difíciles, como por ejemplo, haber sido abusado por tu padre o tu madre, y esto te llevó a reaccionar de determinada manera, Dios no te juzgará por lo que te hicieron, sino por lo que haces. Estamos acostumbrados a echarle la culpa a nuestros familiares, pero tú vas a ir desnudo y solo delante de la presencia de Dios por lo tanto, lo que tú necesitas es que Él perdone tus pecados, no los de tu padre. Tu padre necesita que Dios le perdone sus pecados, pero Dios no te puede justificar a ti por los pecados que cometió él. Quizá fue un sinvergüenza pero tú decides amarlo u odiarlo; lo importante es lo que sale de ti, no lo que entra. Tú puedes hacer que tu corazón se llene de lo que tú quieres que se llene. Puedes permitir que se llene de odio o amor; si permites lo segundo, eres una persona perdonadora, misericordiosa y compasiva. ¿Qué quiere Dios? Quiere limpiarte, pero si no reconoces que tienes un corazón sucio, ¿qué puede hacer Dios si no vas al lavadero para que Él te lave el corazón? No es lo que te dijeron o hicieron, es lo que tú determinas en tu interior. Hay personas que han sido muy motivadas a odiar, pero no por eso Dios va a justificar su odio. ¡Tú necesitas venir delante de Dios arrepentido! ¿Qué significa arrepentimiento? Cambio de mentalidad. Si sigues pensando como hasta ahora, nunca vas a alcanzar perdón, pero si te arrepientes de tu manera de pensar y te vuelves en contra de tu pecado, Dios será tu abogado. Hay una manera de pensar que hace que justifiques tu pecado, y que tiende a minimizar su importancia, porque hay alguien culpable que te ayudó a que seas un pecador, pero el arrepentimiento es decir: “Señor, no soporto esto, qué me importa quién me motivó a ser un pecador, no quiero serlo, quiero un corazón nuevo y limpio”.
Recuerda: Lo que te hace culpable no es lo que entra a tu corazón sino lo que sale de él. Hay algunos que llevan hasta la muerte sus justificaciones para pecar y se mueren echándole la culpa a alguien de sus propios pecados. Esas personas no alcanzarán misericordia ni el favor de Dios pero hoy es tu oportunidad. Ayer llegó un chico a nuestro centro de rehabilitación Beraca, con una carta de una asistente social la cual constata que el chico ha cumplido más de 18 años y el “Instituto Nacional del Menor” no lo puede tener más ni tampoco su propia madre quiere hacerse cargo. Tiene un cierto grado de retraso mental pero el hospital psiquiátrico de donde provino, considera que su estado mental no es para mantenerlo (aunque nos dejaron un alto de pastillas para calmarlo). Le dije al chico: “No tienes más excusas, Dios te ha bendecido y te ha traído hasta aquí. ¡Desde este día vas a empezar a cambiar!”
CONCLUSIÓN
Cuando Dios te muestra su amor, su compasión y su misericordia, ya no tienes más excusas, ya no puedes odiar a tu madre ni a quien te haya hecho daño. ¡Ya no puedes más decir soy así culpa de tal o cual cosa! Dios quiere sacar de tu corazón cualquier cosa que te está contaminando y perdonarte cualquier cosa que hayas hecho.
Si puedes cambiar tu manera de pensar, podrás cambiar tu manera de vivir. Tú tienes determinadas estructuras y fortalezas mentales, pero cuando vienes a Cristo, necesitas desechar toda tu manera de pensar. Cuando comienzas a conocer la palabra de Dios (no la palabra de los ancianos) es cuando tu mente comienza a cambiar. Cuando crees la palabra de Dios, ella te da vuelta la cabeza. La Biblia tiene el pensamiento de Dios y cuando tú le amas y lees su palabra, la Biblia, ya no piensas como pensabas sino que comienzas a pensar como Dios y al cambiar tus pensamientos, cambia tu fe y por tanto, ¡cosas nuevas suceden! Si has venido al evangelio y tu vida sigue siendo igual, es porque no has abrazado a Dios y a su palabra. ¡No le eches la culpa a Dios! ¡La culpa la tienes tú! Puedes ser libre de tus pecados y de tus ataduras, pero tienes que venir a Dios arrepentido y decidir pensar como él. Tienes que revisar tus pensamientos porque ellos tienen que ver con lo que crees. La Biblia afirma: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19.10). Él te puede librar no importa qué tan perdido estés. ¡Dios tiene lo mejor para ti! ¡Si lo puedes creer es tuyo! Si estás dispuesto a recibir su perdón, haz esta oración ahora mismo:
Padre amado, vengo sin excusas, arrepentido, nadie tiene la culpa, sólo yo; nadie tiene la culpa de mis pecados, vengo desnudo delante de ti, a cubrirme con la sangre de Jesús. ¡Perdóname y límpiame! Te lo pido en el nombre de Jesús. Recibo esta palabra y creo que se hace carne en mi vida. Recibo ahora tu paz, tu presencia, tu espíritu, tu bendición, en el nombre de Jesús hago esta oración, amén”.
Cumple tu propósito, llega a tu destino – Itiel Arroyo
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