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… El Maestro está aquí y te llama

Juan 11:28

Aún recuerdo cuando de niña, pasaba horas hablando con Dios. Tenía grandes conversaciones y sentía como si Dios tuviera una línea telefónica. Al pasar los años, fui olvidando su número directo. Lo fui olvidando porque deje de marcarlo frecuentemente. Deje de marcar, cuando sentí que mi conducta juvenil, no podía ser aceptada por Él. Cuando descubrir el mundo, se convirtió en un afán. “Crecer”, “vivir”, “gozar” eran primordiales.

Recuerdo cuando asistía a la iglesia. Cada día me sentaba en las filas más distantes. Los Diez Mandamientos, tan sencillos, parecían una condena de por vida; más cuando leí en la Biblia “si faltas a uno, es como faltar en todos”. No, pues sin salida… ¡Condenada eternamente!

Siempre, Dios tiene la justa medida para hacernos saber que no nos ha abandonado. Él nos ama porque somos su creación y nos reconoce como sus hijos. Sí, sus hijos en todas las etapas: bebés espirituales, adolescentes enamorados y maduros en espíritu.

En el crecimiento espiritual, estas etapas no van de la mano con la edad cronológica. Podemos permanecer en cualquiera de ellas indefinidamente. Como bebés en el espíritu, Dios pone ante nosotros todos sus recursos para que día a día vayamos conociéndole, y nos protegerá, y nos llevará en su mano. Y Dios nos da su número telefónico personal (la oración).

Como adolescentes enamorados, saciará nuestra sed de conocimiento, nos mostrará las sendas, nos probará y seremos acompañados y advertidos de los peligros. Y nos mete en el bolsillo su número telefónico personal (la oración).

Estas dos etapas de crecimiento, le agradan a Dios, más él está esperando que crezcamos, que maduremos en la fe. Que llamemos a su línea directa por medio de la oración.

Hebreos 11:1 Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Cuando pedimos en oración sabiduría, paciencia, acrecentar la fe. El contesta nuestra llamada, no pregunta quien habla, nos escucha. Dios ya sabe lo que pediremos, conoce lo más intimo de nuestro ser y ve al desnudo nuestro corazón. Los pecados que cometimos hoy, en el momento que se los confesamos y nos mostramos arrepentidos, ya los perdonó. El no quiere oír de lo lamentable que es nuestra vida. El quiere oír que estamos agradecidos con sus decisiones. De lo bueno que hay en nuestro “ser” y que por su gracia ya hemos perdonado nuestra torpeza.

Sí Dios ya se olvido de nuestras faltas… También nosotros debemos olvidarlas, o al menos dejarlas ir.

Dios, desea que dejemos de ser bebés y adolescentes espirituales. Desea que le dejemos el control de nuestra vida y vivamos en plenitud, sin afanes, sin proezas, sin vanidad; cuando Dios piensa que ya somos maduros en el espíritu, Dios empieza a considerarnos su servidor. Comienza a darnos responsabilidad. Deja abierta esa última llamada cuando nos asigno una misión; a partir de ahí, ni siquiera tenemos que marcarle de nuevo, porque estaremos comunicados con él cada segundo de nuestra vida. (Proverbios 1:33 Mas el que me oyere, habitará confiadamente .Y vivirá tranquilo, sin temor del mal.). Sabrás que Dios te ha respondido y está de acuerdo con nuestro hacer, cuando todo te llegue por añadidura.

Recibe a Nuestro Señor en tu corazón y no cuelgues la llamada cuando él quiera que le sirvas… Recibe tu misión con gozo y alegría, porque ante sus ojos te has convertido en un hombre de fe.

El Maestro está aquí y te llama, Dios te llama

 

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