1pedro56

Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;

1ª Pedro 5:6

Jesús se despojó a si mismo. La Biblia dice que tomó “forma de siervo” El apóstol Pablo se denomina a sí mismo “esclavo de Jesucristo”. Hoy en día, muchos se autotitulan “Apóstoles” y “Profetas”, pero nosotros debemos identificarnos solamente con El y con su cruz.

LA VIDA CRISTIANA, UN PROCESO DE HUMILLACION CONSTANTE
Vamos a abrir nuestras Biblias en Filipenses capítulo dos. Esta es una palabra que Dios me puso desde la mañana, y no pude sacarla de mi corazón. Así que esto es palabra que el Señor nos envía.

Filipenses dos lleva por título: Humillación y exaltación de Cristo, y dice: “.. Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también lo exaltó hasta la sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre..” (1)

Este es un capítulo impresionante. El apóstol Pablo está destacando el sentir que generó el Espíritu Santo no sólo en Jesús, sino también en él mismo y en los otros apóstoles. Como dijo Pedro: “..Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo..” (2) Así que, hay un proceso de Dios en nuestras vidas. Ese proceso nos lleva a someternos a su voluntad. ¿Sabe que esto es difícil? Pero nos lleva a considerarnos unos a otros, por eso, dice el apóstol: “..Sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo..”
Mire, creo que si hay algo difícil para nosotros es poder estimar a otro hermano como superior a nosotros mismos. ¡Cuesta mucho trabajo! Generalmente tenemos una tendencia a pensar que valemos más de la cuenta, pero ¡Cuidado hermanos! Porque Dios no quiere que nos subestimemos, pero sí anhela que nos mantengamos en El y en su proceso en nuestras vidas, que es de humillación constante. Es un proceso de quebrantamiento hasta las últimas consecuencias. Dios quiso quebrantarlo a Jesús (Isaías 53) y lo quebrantó, a pesar de que no hizo maldad, a pesar de que no hubo engaño en su boca, igual Dios quiso quebrantarlo y lo sujetó a padecimiento, pero no lo hizo en vano, porque había un propósito eterno en ese quebrantamiento. Por eso declara el profeta: “..Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos..” (3) Gracias al Señor, hay un proceso de humillación y un proceso de exaltación.
Nosotros, por lo general anhelamos la exaltación. ¡Queremos que nos aplaudan! ¡Que nos brinden todos los reconocimientos! Y yo quiero decirle que todo esto llega si sabemos descender. Es como construir un edificio. Cuanto más alto es el edificio, más abajo deben llegar sus cimientos. Los cimientos de una vida victoriosa en el Señor son los cimientos de la humildad, sin embargo, nos cuesta entender esto, y hasta tenemos la tendencia de enojarnos con el Señor, con la iglesia, con su palabra. ¿Por qué? Porque nos estimamos demasiado. Pensamos: “..no merezco que me pase esto, no merezco tener esta etapa en mi vida..” pero debes saber esto: Esas etapas de lucha y batalla son para quebrantar nuestro ego, para que luego de ese descenso, Dios nos levante a una vida gloriosa de victoria.
EL HOMBRE DE DIOS, UN SIERVO INTUIL Y UN ESCLAVO DE JESUCRISTO
El apóstol dice: “..quiero que haya en vosotros el sentir que hubo en Cristo Jesús..” ¡Tenemos que aprender de Jesús! Porque la Biblia dice que siendo en forma de Dios no estimó el ser igual a Dios como cosa a qué aferrarse. ¡A cuántas cosas nos aferramos para intentar hacer valer nuestros supuestos “derechos”! Pensamos que tenemos muchos derechos en Dios, pero, ¿Cuál es el título que le dio Jesús a aquellos que hicieran todo lo que él les mandó? ¿Cuál es? SIERVOS INUTILES. ¡Muy bien! ¡Estamos bien informados! Y… ¡Cuánto me falta a mí para hacer todo lo que Dios ha dicho! ¿A ti te falta algo? El Señor nos ayude, porque estamos en la escuela de Dios.
Estamos en la escuela de Dios. La misma que pasó Jesús en el camino del calvario. Y aunque tenía plenos derechos para reclamarle a Dios muchas cosas, en medio de sus luchas y sufrimientos, no lo hizo, sino que se humilló a sí mismo. Cuántas veces queremos hacer valer nuestros derechos diciendo al Señor: “..¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Por qué tengo esta batalla?…” Hermanos, eso es el proceso de Dios que nos lleva a humillarnos, pero después de esa humillación, si la aceptamos, vendrá la victoria, y esa victoria nos llevará a una nueva etapa en la vida. Demos gracias a Dios, y digamos ¡Amén! Así pasó con Jesús, quien “..se despojó a si mismo..” Y vivir una vida en Dios es despojarnos de nuestro tiempo, de nuestras pretensiones, de nuestras ambiciones personales, de nuestros derechos. Esto no se predica mucho, pero Jesús dijo bien claro: “..Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mi, no puede ser mi discípulo..” (4)
Señor, ayúdanos cada día a tomar la cruz y decir: “..me identifico contigo, sé que vivo un camino de muerte..” y en este camino de la cruz, nuestra carnalidad va muriendo, nuestros anhelos van muriendo, nuestras pretensiones van muriendo. Jesús se despojó a sí mismo. No se a usted, pero a mi me cuesta trabajo. La Biblia dice que Jesús tomó “..forma de siervo..” el apóstol Pablo se denomina a sí mismo “..esclavo de Jesucristo..” 
Hoy en día, muchos se auto titulan “Apóstoles” y “Profetas”, pero nosotros debemos identificarnos solamente con El y con su cruz. ¿No se fue del culto todavía, no? Vamos a quedarnos por un rato, porque en esto va a venir la bendición. Por lo cual Dios le exaltó hasta lo sumo, y le dio un Nombre que es sobre todo nombre, porque descendió hasta lo mas bajo de la tierra y llegó al mismo infierno para libertar a los espíritus encarcelados, pero desde ese lugar le exaltó Dios, y desde ese lugar le exaltó hasta lo sumo. ¿Sabe qué es hasta lo sumo? ¡Es la exaltación máxima! ¡No hay más! Es la cúspide de la exaltación. De esta manera Dios exaltó a Jesús y le dio un Nombre que es sobre todo nombre, ¡Jesucristo el Señor! ¡Bendito sea su nombre!
LA HUMILLACION DEL GRAN GENERAL
Pudiera seguir hablando sobre este pasaje, pero lo que Dios me puso hoy es un pasaje que muchas veces he predicado, aunque recibí una luz diferente hoy. Vamos al segundo libro de Reyes, capítulo cinco. Dios me permitió descubrir que aquí hay tres personas que son humilladas bajo la poderosa mano de Dios. Yo nunca lo escuché predicar así, pero Dios me lo permitió ver bajo la luz del Espíritu Santo. Leemos: “..Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su Señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso..” (5)
Mire, ya desde el comienzo se ve la humillación, Naamán pertenecía al ejército del rey de Siria, y dice la Biblia que era un grande delante de su Señor, y que el rey lo estimaba mucho. Aquí hay una palabra con respecto a Naamán que a lo mejor no le damos mucha importancia, pero que tiene un valor muy grande: “..porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria..” ¿Cómo puede ser esto? No pertenecía al pueblo de Israel, pero Dios lo había usado. De alguna manera la gracia de Dios estaba sobre Naamán.
Entonces podemos preguntarnos: Si Dios estaba con él, ¿Por qué estaba leproso? Yo entiendo que era una circunstancia que Dios estaba enviando sobre Naamán para que entendiera su necesidad y conociera realmente el poder de Dios. Esa humillación en su carne le llevaba a estar tremendamente necesitado. Era valeroso, tenía capacidades y talento, tenía las cualidades de un grande y aún Dios había dado salvación a Siria por medio de él, pero era leproso, y estaba en gran manera humillado, porque un leproso no podía salir más a la guerra. A pesar de todas las condecoraciones que podía tener Naamán, de las medallas que tendría como gran general, no podía salir más a la guerra. Y quizás usted se pregunte ¿Cómo puede ser que a un hombre que Dios había usado para traer salvación a toda una nación, ahora el mismo Dios permita que caiga en una enfermedad tan vergonzosa? Pero, ¿Sabe una cosa? Había un propósito de Dios en todo esto, y usted pensará ¿Cómo lo sabe?
Vamos a San Lucas capítulo cuatro: “..Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio..” (6). Estas son palabras de Jesús, ilustrando a Israel no solo de la fe de Naamán, (un gentil) sino también del propósito soberano de Dios en esa lepra, para que él primeramente y luego el rey de Siria conocieran el poder de Dios, que está mas allá de todos los prejuicios humanos. Hermano, habrá cosas que te humillan y te quebrantan, pero cuando Dios te saque de eso, su nombre va a ser exaltado y vas a tener una nueva revelación del poder del Señor. ¡Qué desesperación para Naamán! Ahora el gran general estaba condicionado, ya no podía ser el que salía a la guerra fuerte y valiente. ¡Estaba leproso! ¡Estaba humillado a pesar de ser tan valeroso!
Hay problemas en nuestra vida que se levantan, que nos condicionan y que nos hacen pensar que no vamos a salir de eso, que no vamos a poder servir mejor al Señor, problemas que nos tienen por tiempo luchados y batallados, pero los ojos de Dios están sobre sus hijos, y a su tiempo, si confías en el Señor, verás la bandera de victoria que El levantará. 
¡Qué condiciones había en Naamán! Pero ahora estaba humillado, la lepra había tocado su cuerpo. Estimado hermano, vamos a creer que lo que hoy te condiciona mañana el Señor lo puede limpiar. ¡Levanta tus manos! Al diablo no le gusta que lo hagas porque es una señal de victoria, porque estás mostrando esperanza y confianza, que nuevas son sus misericordias cada mañana, que grande es su fidelidad. Vuelvo a repetir, hay cosas que nos quebrantan, y que casi destruyen nuestro entusiasmo, pero son permitidas por Dios. ¿Para qué? Para que aprendamos en carne propia esta Palabra: “..Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo..”
LA HUMILLACION DE LA MUCHACHA ISRAELITA
Ahora, vamos a ver la humillación de una jovencita, por eso le digo que es todo nuevo. Leemos en 2do de Reyes capítulo cinco: “..Y de Siria habían salido bandas armadas, y había llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra. Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel..” (7) Esta jovencita fue secuestrada, pero no para pedir dinero por su rescate, sino que se la llevaron como esclava. Fue arrancada de su tierra, de su familia, de su hogar, de sus seres queridos. De pronto pasó un carro de guerra, lleno de soldados, la separaron de su familia y la llevaron muy lejos diciéndole “..ahora vas a ser una esclava..”  Seguro que hubo quebranto y lágrimas en esta chica. No se fue sonriendo ni festejando, y aunque en el mejor de los casos la trataran bien, ella estaba humillada. ¿Cómo estaríamos nosotros en su lugar?
Escuche hermano, ¿Cuál es nuestra actitud frente a la prueba y la humillación que muchas veces Dios permite? Esta joven podría haber dicho: “..Bueno, yo me olvido de todo, me olvido de Dios, de su ley, de su Palabra. Me olvido de todo porque Dios está permitiendo que viva cautiva en este lugar..” Sin embargo, no había amargura en su corazón. Por eso, Dios usó a esta joven para testimonio a Naamán y a toda Siria del gran poder de Dios. Si no hubiera estado allí aún con lágrimas y quebranto, Dios no la hubiera usado para su gloria, porque a pesar de estar humillada no se enojó contra Dios ni cerró su boca.
Hermano, anímate en tus luchas a levantar tus manos y a confesar que Dios tiene poder. “..Dios tiene a un profeta en Israel, y él le puede sanar de su lepra..” le dijo a su señora. ¡Estaba esclava y humillada y sin embargo seguía proclamando que Dios tiene poder! Era jovencita pero habían llegado a sus oídos las maravillas que Dios obraba a través de Eliseo. Esta joven no resistió la voluntad de Dios, porque por cómo se dieron los hechos puedo decir que estaba en ese lugar por voluntad de Dios. Esta muchacha, aún sin entender muchas cosas, aún con sus luchas y batallas, se humilló bajo la poderosa mano de Dios y testificó a esa familia ¡Dios tiene poder! Yo le hago una pregunta: ¿Lo hacemos nosotros?
Escuche bien, que ni sus luchas ni batallas en la vida, traigan dureza en su corazón, más bien “..Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que El os exalte cuando fuere tiempo..” Yo veo claramente la humillación de esta chica, pero sin embargo, ante la lepra de Naamán, con ánimo resuelto y con profunda convicción le dijo a la esposa: “..Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra..” ¿Se animaría usted en tales circunstancias, a decir JESUS TIENE PODER? Yo creo que había una profunda fe en el corazón de esta chica. La Biblia no menciona su nombre, pero su acto de fe se va a predicar hasta el día que Cristo venga. ¿Por qué? Porque aceptó el proceso de Dios, porque aceptó la humillación a la que Dios la sometió. Sus padres lejos, sus hermanos lejos. Todos muy lejanos, pero en su corazón aceptó el proceso de Dios, se humilló bajo la poderosa mano de Dios y Dios la exaltó. ¡Amén! ¿No siente que Dios le está hablando? Naamán humillado, la muchacha israelita humillada. Todo un proceso de humillación bajo la poderosa mano de Dios, que iba a concluir en un glorioso testimonio, en una gloriosa obra de Dios.
LA HUMILLACION DEL REY DE ISRAEL
Avanzando un poco más en el pasaje, leemos desde el versículo cinco: “..Y le dijo el rey de Siria: Anda, ve, y yo enviaré cartas al rey de Israel. Salió, pues él, llevando consigo diez talentos de plata y seis mil piezas de oro y diez mudas de vestidos. Tomó también cartas para el rey de Israel, que decían así: Cuando lleguen a ti estas cartas, sabe por ellas que yo envío a ti mi siervo Naamán, para que lo sanes de su lepra. Luego que el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, qué mate dé vida, para que éste envíe a mí a que sane a un hombre de su lepra? Considerad ahora, y ved cómo busca ocasión contra mí..” Observe ahora la humillación del rey “..Cuando Eliseo el varón de Dios oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestidos, envió a decir al rey: ¿Por qué has rasgado tus vestidos? Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel..”
Sabe que estas vestiduras que el rey rompió eran carísimas. Cada vez que se rompían esas vestiduras, era en señal de humillación, quiere decir que: ¡El mismísimo rey se estaba humillando! Entonces, cuando llegó Naamán con todo el cortejo, y con la carta del rey de Siria, ¡El rey de Israel quedó como enloquecido! Y aquí hermanos, vemos la incapacidad humana. El hombre no puede hacer lo que Dios tiene que hacer. Era un rey, era el más alto rango en Israel. Como hoy lo sería un gobernante. Hay cosas en las que nos podrán ayudar, pero hay cosas en las que no podrán hacer nada porque esa ayuda viene de parte del Señor, y decimos ¡Gracias Dios! Porque esto permite la humillación. “..¿Soy yo Dios?..” Se preguntaba, y andaba por ese palacio rompiendo sus vestidos, gimiendo desesperadamente, pensando que se venía una guerra por delante, y preguntándose: “..¿Por qué me pasa eso?..” pero le pasaba eso porque allí comenzaba un glorioso proceso de Dios.
CUANDO DIOS NOS HACE “BAJAR DEL CARRO”
Cuando Eliseo oyó que el rey había roto sus vestidos, se dio cuenta que estaba desesperado, porque Siria era un imperio y podía, de alguna manera, aplastar a Israel. Entonces dice la Biblia que Eliseo le mandó a decir: “..Venga ahora a mí, y sabrá que hay profeta en Israel..” ¡Gloria a Dios! Todavía podemos venir a Cristo, podemos venir a la Iglesia, y todavía podemos ver el poder de Dios. Eliseo estaba dispuesto a mostrarle al rey de Siria, y al rey de Israel que todavía el poder de Dios estaba intacto. Y hermano querido, en medio de la humillación, en medio del quebranto, en medio de las dificultades, el poder de Dios no ha sucumbido. ¡Está intacto para salvar, para sanar, para renovarnos! ¿Cuántos creen esto?
Mire cuántos procesos de humillación. La humillación de Naamán, la humillación de la muchacha, la humillación del rey. Por algo dice el Proverbio: “..Mejor es humillar el espíritu con los humildes, que repartir despojos con los soberbios..” (8).
Avanzamos un poco: “..Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Vé y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, diciendo: (9) (Y observe qué orgullo tenía, que aunque estaba leproso, se paró con sus caballitos y su carro en la puerta de la casa de Eliseo. Quería ser sano pero no quería humillarse) “..He aquí yo decía para mi..” (Eso es lo que nos pasa cuando estamos en soberbia, queremos que las cosas se hagan como a nosotros nos parece) “..Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra..” (10)

Así que, Naamán estaba terriblemente necesitado pero todavía tenía una posición altiva. No estaba dispuesto a “bajarse del carro” ¡Cuántas veces, y a pesar de nuestra necesidad, estamos montados en nuestra soberbia, en nuestra arrogancia, y en nuestras propias justificaciones! Cuando escuchó la palabra del profeta, Naamán se fue enojado, ¿Conoce a algunos creyentes que se enojan? Naamán había sido usado por Dios, pero ahora se fue enojado. En su corazón había soberbia, arrogancia y orgullo. Estaba leproso pero no quería “bajarse del carro”. Escuche hermano, porque esto viene de parte de Dios, y es profético, muchas veces nos recibimos una bendición de Dios porque venimos a él con una actitud negativa, pero su Palabra dice que al corazón quebrantado y humilde Dios no lo despreciará. Hasta a veces nos cuesta recibir un mensaje, y decimos para nosotros mismos “..Esto le vendría bien al hermano tal o cual..” pero cada palabra la tenemos que recibir en nuestro corazón y decir ¡Amén Señor! Te bendigo y te alabo.

Entonces, él pensó: “..yo decía para mí..” Así piensa el corazón altivo y arrogante, pero Dios da gracia a los humildes y resiste a los soberbios. El “gran general” Naamán no quería descender, estaba leproso pero no quería humillarse. A veces nosotros nos sentimos tan grandes que no queremos descender aceptando los procesos de Dios, como el que sometió a Naamán, como el que sometió a la jovencita, y como el que sometió al rey a una desesperación angustiante. Y así seguía pensando Naamán, en su soberbia: “..Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿No son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿No seré también limpio? Y se volvió y se fue enojado. Mas sus criados se le acercaron y le hablaron diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más diciéndote: Lávate y serás limpio? El entonces descendió, y se zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio. Y volvió al varón de Dios, él y toda su compañía, y se puso delante de él, y dijo: He aquí ahora conozco que no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel. Te ruego que recibas algún presente de tu siervo. Más él dijo: Vive Jehová, en cuya presencia estoy, que no lo aceptaré. Y le instaba que aceptara alguna cosa, pero él no quiso. Entonces Naamán dijo: Te ruego que, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová…” (11)
EL PROCESO DE HUMILLACION
¡Gloria a Dios! El proceso de humillación llevó a Naamán a bajarse del carro y a zambullirse siete veces en el río Jordán. Siete es número de perfección en la Biblia, y la obra de Dios en nuestras vidas siempre es perfecta, pero debemos aceptar los procesos por los cuales Dios nos lleva para cumplir su obra, porque lo que menos esperaba oír Naamán era eso. “..¿Siete veces en el Jordán? ¿Siete veces me tengo que humillar? ¡Nooo! ¡Ni loco!..” Hubiéramos dicho alguno de nosotros, pero ¿Sabe una cosa? A veces lo que no queremos escuchar en una predicación es lo que Dios quiere que estemos oyendo, porque no es que tenemos que escuchar lo que queremos, debemos escuchar lo que Dios quiere que escuchemos.
Así pasó con Naamán, él dijo “..Yo decía para mi..” pero Dios tiene otros pensamientos, aunque al principio no los entendamos demasiado: “..Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis..” (12) Así que, Naamán se fue enojado, (y con su lepra a cuestas), pero los criados, que en este caso demostraron tener mas entendimiento que él, le dijeron: “..Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no lo harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio..” Así es de sencilla la salvación, se acepta a Cristo recibiendo su palabra. El Jordán se caracterizaba por ser un río muy sucio, muy barroso, y el Abana y el Farfar (ríos de Damasco) eran cristalinos, pero no pertenecían a la tierra donde Dios había puesto sus pies que era Israel. El barro del río Jordán representaba la humillación.
¿Cómo dice el coro? “..Soy barro nada más Señor..” El se tenía que humillar y zambullirse siete veces en el Jordán, ¡Qué tremendo debe haber sido! Tuvo que bajarse del carro, y no solo eso, tuvo que sacarse la ropa, se tuvo que despojar del apellido, de las jinetas, del traje militar, de las condecoraciones, de las medallas, de las espadas, de los honores, del reconocimiento, de la historia y jerarquía de un “gran guerrero”, debió despojarse de todo eso para recibir la bendición de Dios. 
Yo le pregunto, ¿Acaso Jesús no se despojó de mucho más que eso para cumplir la voluntad de Dios? Para recibir las grandes bendiciones del Señor debemos despojarnos. Y no es una vez, tenemos que despojarnos siempre. Naamán debió hacerlo siete veces. Por momentos parece que no pasa nada. En su primer zambullida Naamán salió leproso y encima lleno de barro, se zambulló la segunda vez, y salió más lleno de lepra y de barro, y la tercera, la cuarta, la quinta y la sexta, pero a la séptima vez (luego de cumplir el mandato del profeta y la voluntad de Dios), salió con la piel limpia como la de un niño. ¡Gracias Señor porque tú quieres limpiarnos! ¡Dale gloria a Dios!
Esta lección nos habla de perseverar, de esperar en El. Mire una vez más el cuadro, Naamán estaba humillado con su lepra, pero no era suficiente para el, ahora tenía que seguir el consejo del profeta y humillarse aún más, y hay un río en el que podemos zambullirnos día por día, es el río del que habla Ezequiel cuando dice: “..Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río..” (13) Este río hoy está a tu disposición, ese río fluye cuando hablas en lenguas, cuando adoras a Dios, cuando alzas tus brazos al cielo, en el quebranto que te lleva a llorar en la presencia de Dios, Jesús lo dijo: “..Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación..” (14)
¿Estás envuelto en problemas que traen lágrimas y quebrantamiento? A su tiempo Dios secará esas lágrimas: “..Destruirá a la muerte para siempre; y enjugará Jehová el Señor toda lágrima de todos los rostros; y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho..” (15) Dios no secará esas lágrimas que se derraman por nuestra incredulidad o por nuestros errores, pero si hay lágrimas que derramas en medio de luchas y quebrantamientos, confiando en el Señor, Dios a su tiempo recordará el valor que esas lágrimas tienen. Saluda al Rey de Reyes, siente la unción de Dios y dale gracias por su Santo Espíritu, porque la presencia de Dios está aquí. Podría seguir predicando pero no lo hago más.

Cuántos le dicen: “..Señor quiero aceptar tu proceso..”, lo tuvo que aceptar Naamán, la jovencita, el rey de Israel, pero los tres fueron exaltados luego. El rey de Israel debe haber dicho “..¡Qué profeta tenemos!..” aquella jovencita cuando llegó la noticia debe haber sentido una inmensa alegría, “..¡Dios sanó a mi señor Naamán!..” Hermano, en esta noche comienza a saludar la victoria, porque si nos humillamos y aceptamos los procesos de Dios, podemos estar seguros que él nos dará la salida. Amén.

Pastor Orlando García

Referencias bíblicas: (1) Filipenses 2:1 al 11. (2) 1ra de Pedro 5:6. (3) Isaías 53:11. (4) Lucas 14:27. (5) 2do de Reyes 5:1. (6) San Lucas 4:27. (7) 2do de Reyes 5:2 al 7. (8) Proverbios 16:19. (9) 2do de Reyes 5:9 y 10. (10) 2do de Reyes 5:11. (11) 2do de Reyes 5:12 al 17. (12) Jeremías 29:11. (13) Ezequiel 47:9. (14) San Mateo 5:4. (15) Isaías 25:8.


1a Pedro 5:1-9 Pastor Mark Webb 11 de 12

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