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Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.

Marcos 14:62

El proceso de Jesús no resulta fácil de seguir. Parece haberse desarrollado en tres partes. La primera parte tuvo lugar después del arresto en el huerto, durante la noche y en la casa del sumo sacerdote, y se describe en esta sección. La segunda parte tuvo lugar de madrugada, y se describe brevemente en Mateo 27:1-2. La tercera parte tuvo lugar ante Pilato, y se describe en Mateo 27:11-26. La pregunta que queda pendiente es la siguiente: ¿Fue la reunión de la noche una reunión del sanedrín, convocada apresuradamente, o fue meramente un interrogatorio preliminar a fin de formular una acusación, y la reunión de la madrugada fue la reunión oficial del sanedrín?

Comoquiera que se conteste esa pregunta, los judíos violaron sus propias leyes en el juicio de Jesús; pero si la reunión de la noche fue una reunión del sanedrín, la violación fue aún más flagrante. En conjunto, parece que Mateo consideró la reunión nocturna la del sanedrín, porque en el versículo 59 dice que todo el sanedrín buscaba un falso testimonio para condenar a muerte a Jesús.

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+ 1. Veamos primero este proceso desde el punto de vista judío
El sanedrín era el tribunal supremo de los judíos. Lo componían escribas, fariseos, saduceos y ancianos del pueblo; en total, setenta y un miembros; y lo presidía el sumo sacerdote. Para un juicio como este, el quorum era de veintitrés. Había ciertas reglas. Todos los casos criminales tenían que juzgarse durante el día, y que terminarse durante el día. Los casos criminales no se podían juzgar durante la Pascua de ninguna manera. Solamente si el veredicto era «No culpable» podía un caso terminarse el mismo día que se había empezado; de otra manera, había que dejar pasar una noche antes de pronunciar el veredicto, para dar tiempo a que surgieran sentimientos de misericordia.

Además, ninguna decisión del sanedrín era válida a menos que se reuniera en su sede oficial, el salón de la Piedra Tallada, en el recinto del templo. Toda evidencia tenía que probarse por dos testigos examinados separadamente, y que no tuvieran ninguna relación entre sí. Y el falso testimonio se castigaba con la muerte. La seriedad de la ocasión se le hacía sentir al testigo en los casos en que una vida estaba en litigio: « No olvides, oh testigo, que una cosa es dar evidencia en un caso de dinero, y otra en un juicio por la vida. En un caso de dinero, si el que da testimonio lo hiciera falsamente, el dinero puede compensar el error; pero en este caso, por una vida, si tú pecas, la sangre del acusado y la de su simiente hasta el fin de los tiempos se te imputará a ti.» Todavía más, en cualquier juicio el proceso empezaba poniendo delante del tribunal toda la evidencia a favor de la inocencia del acusado, antes. de presentar la evidencia en su contra.

Estas eran las reglas del propio sanedrín, y está suficientemente claro que en su ansia de desembarazarse de Jesús quebrantaron sus propias leyes. Los judíos habían llegado a tal cima del odio que cualquier medio estaba justificado para acabar con Jesús.

+ 2. El crimen de Cristo
El propósito principal de la reunión nocturna de las autoridades judías era la formulación de la acusación contra Jesús. Como ya hemos visto, toda evidencia tenía que garantizarse con dos testigos, separadamente interrogados. Durante un tiempo, ni siquiera dos testigos falsos se podía conseguir que estuvieran de acuerdo; y entonces se encontró una acusación, la de que Jesús había dicho que destruiría el templo y lo reedificaría en tres días.

Está claro que era una tergiversación de algo que Jesús había dicho. Él predijo -y correctamentela destrucción del templo. Esto se había tergiversado para convertirlo en una acusación de que Él 4~-,dicho que El mismo destruiría el templo. Ya hemos visto que Jesús predijo que Le quitarían la vida, y en tres días resucitaría. Eso se tergiversó para que pareciera cale había dicho que reedificaría el templo en tres días.

Esta acusación se formuló repitiendo e interpretando deliberada y maliciosa y falsamente algunas cosas que Jesús había dicho. A esa acusación, Jesús se negó en rotundo a contestar. En eso la ley estaba de Su parte, porque a nadie se le podía obligar a contestar en un juicio a una pregunta que le inculpara.

Fue entonces cuando el sumo sacerdote lanzó la pregunta decisoria. Ya hemos visto que Jesús había advertido repetidas veces a Sus discípulos que no le dijeran a nadie que Él era el Mesías. Entonces, ¿cómo llegó a saber el sumo sacerdote hacer la pregunta que Jesús no podía rehusar contestar? Bien puede ser que, cuando Judas presentó información contra Jesús, también les dijo a las autoridades judías que Jesús les había revelado a Sus discípulos que Él era el Mesías. Bien puede ser que Judas quebrantara entonces intencionadamente el secreto que Jesús les había impuesto a Sus discípulos que no dijeran a nadie.

En cualquier caso, el sumo sacerdote hizo la pregunta, y la hizo formulándola con un juramento: «¿Eres Tú el Mesías? -preguntó- ¿Pretendes ser el Hijo de Dios?» Este fue el momento crucial del juicio. Bien podríamos decir que todo el universo contuvo la respiración esperando la respuesta de Jesús. Si Jesús decía: « No,» el juicio perdía su razón de ser; no se Le podía acusar de nada. Jesús podía decir simplemente: « No» , y salía libre y Se escapaba antes de que el sanedrín pudiera urdir otra manera de enredarle. Por otra parte, si decía: « Sí», firmaba Su propia sentencia de muerte.

Nada más que un simple «Sí» se necesitaba para convertir la Cruz en algo definitivo e inescapable. Puede ser que Jesús Se detuviera y guardara silencio un momento otra vez para calcular el costo antes de hacer la gran decisión; y entonces dijo « Sí». Pero dijo más: Citó a Daniel 7:13 con su gráfica profecía del triunfo definitivo y de la majestad del Escogido de Dios. Sabía muy bien lo que estaba haciendo. Inmediatamente surgió el clamor de «¡Blasfemia!» Se rasgaron vestiduras en una especie de horror sintético e histérico; y Jesús fue condenado a muerte.

Luego siguió el escupirle, el abofetearle, el golpearle el rostro en burla. Hasta las cosas externas de la justicia se olvidaron, y la hostilidad venenosa de las autoridades judías se manifestó. Esa reunión nocturna había empezado como .un tribunal de justicia, y acabó en una manifestación frenética de odio, en la que no se hizo el menor intento de mantener ni siquiera las superficialidades de una justicia imparcial.

Hasta el día de hoy, cuando una persona se encuentra cara a cara con Jesucristo, tiene que odiarle o amarle; no puede hacer más que someterse a El o desear destruirle. Ninguna persona que se dé cuenta de lo que Jesucristo exige puede ser neutral. Tiene que ser, o Su aliaa, o Su enemiga.

+ 3. El desenlace inevitable
La acción se iba moviendo ininterrumpidamente hacia el desenlace inevitable. Por aquel entonces los poderes del Sanedrín eran limitados, porque los que gobernaban el país eran los romanos. El Sanedrín tenía plenos poderes en materias religiosas. Parece también haber tenido una cierta medida de poder jurídicopolicial. Pero no tenía poder para dictar sentencia de muerte. Si lo que Marcos describe era una reunión del Sanedrín, puede compararse con la de un tribunal supremo. Su función no era condenar, sino preparar los cargos por los que el criminal pudiera ser juzgado ante el gobernador romano.

No cabe duda de que en el juicio de Jesús el Sanedrín quebrantó todas sus leyes. El reglamento de procedimiento del Sanedrín es uno de los tratados de la Misná. Ya se comprende que algunas de sus reglas eran más ideales que prácticas habituales; pero, aun concediendo esto, todo el procedimiento de aquella noche fue una serie de injusticias flagrantes.

El Sanedrín era el tribunal supremo de los judíos, y lo formaban setenta y un miembros. Entre ellos había saduceos -toda la clase sacerdotal eran saduceos-,fariseos y escribas -que eran los maestros de la Ley-, y hombres respetados, que eran los ancianos. El presidente era el sumo sacerdote. El tribunal se sentaba en semicírculo de tal manera que cualquier miembro podía ver a cualquiera de los demás. Enfrente se sentaban los estudiantes de los rabinos, que podían hablar a favor del reo, pero no en su contra. La sala oficial de reuniones del Sanedrín era el salón de la Piedra Tallada, que se encontraba en el recinto del Templo, y las decisiones del Sanedrín no eran válidas a menos que se tomaran en una reunión celebrada en aquel lugar. El tribunal no se podía reunir por la noche, ni en ninguna de las grandes fiestas. Cuando se tomaba la evidencia, se examinaban los testigos separadamente; y, para que su evidencia fuera válida, debía coincidir en todos los detalles. Cada miembro individual del Sanedrín debía dar su veredicto separadamente, empezando por los más jóvenes, hasta llegar al más anciano. Si el veredicto era la pena de muerte, debía transcurrir una noche antes de que se llevara a cabo, para que el tribunal tuviera oportunidad de cambiar de parecer y decidirse por la compasión.

Se puede ver que en un punto tras otro el Sanedrín quebrantó sus propias reglas. No se reunió en la sala oficial. Se reunió por la noche. No se nos dice que se dieran los veredictos individualmente. No se dejó que pasara una noche antes de la ejecución. En su afán de eliminar a Jesús, las autoridades judías no dudaron en quebrantar sus propias leyes.

En un principio, el tribunal no podía conseguir ni testigos falsos que estuvieran de acuerdo. Estos acusaron a Jesús de haber dicho que Él destruiría el Templo. Puede ser que alguno Le hubiera oído decir lo que tenemos en Marcos 13:2, y lo hubiera tergiversado maliciosamente convirtiéndolo en una amenaza de destruir el Templo. Hay una leyenda que dice que el Sanedrín podía conseguir montones de la clase de evidencia que no quería, porque un hombre tras otro salían al frente diciendo: «Yo era leproso, y Él me limpió.» « Yo era ciego,. y Él me dio la vista.» « Yo era sordo, y El me abrió los oídos.» « Yo era cojo, y Él me hizo que pudiera andar.» « Yo era paralítico, y Él me devolvió las fuerzas.»

Por último, el sumo sacerdote tomó la cuestión en sus manos, e hizo la clase de pregunta que la ley prohibía terminantemente, la que obliga a la autoinculpación. Estaba prohibido hacer preguntas cuya respuesta podía incriminar al reo. No se le podía pedir a nadie que se condenara a sí mismo; pero esa fue la pregunta precisa que Le hizo a Jesús el sumo sacerdote. Le preguntó directamente si Él era el Mesías. Está claro que Jesús comprendió que ya era hora de que concluyera aquella desgraciada farsa. Sin dudarlo respondió que sí lo era. Aquello se tomó como un delito de blasfemia, de insulto a Dios. Ya tenía el Sanedrín lo que quería: un delito que merecía la pena capital, y se dieron por satisfechos celebrándolo salvajemente. De nuevo vemos brillar en esta escena las dos grandes características de Jesús.

(i) Vemos Su coraje. Sabía que el hacer esa confesión Le suponía la muerte; y sin embargo la hizo sin vacilar. Si hubiera negado las acusaciones, no Le habrían podido condenar.

(ii) Vemos Su confianza. Aun ante la inminente perspectiva de la Cruz, todavía siguió hablando con plena confianza de Su triunfo definitivo.

No cabe duda de que es la más terrible de las tragedias de la Historia humana el que se le negara hasta la justicia más elemental y que se Le humillara con la cruda y cruel parodia de los siervos y guardas del Sanedrín a Aquel Que vino a ofrecer a la humanidad el amor de Dios.



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