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Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?.

Lucas 24:32

LUCAS 24:13-35. UN RESUMEN

por Richard Niell Donovan de Sermonwriter

Este Evangelio fue escrito hacia finales del primer siglo. En ese tiempo, la mayoría de la iglesia se componía de cristianos que no habían presenciado a Cristo en carne y hueso. Esta historia les conecta a ellos (y a nosotros) con Cristo, que aún hoy es revelado a través de la lectura y la interpretación de escritura (v. 27), y la Cena del Señor (vv. 30-31). Discípulos que vinieron después no se encuentran en desventaja por no haber visto a Jesús (Madsen, 66).

Esta historia se parece a la historia de la aparición de los ángeles a Abrahán y a Sara en Mamre (Gen 18:1-15). En ambas historias, los anfitriones fallan en reconocer el significado de sus huéspedes, pero aún así les ofrecen su hospitalidad. En ambas historias, la hospitalidad les dirige a revelación – y a bendición.

“El Evangelio de Lucas organiza su relato de la resurrección en tres partes: la tumba, Emaus, y los discípulos reunidos. Esta organización presta atención especial a la simbólica geografía de Lucas. La primera historia establece Jerusalén como un lugar incredulidad y como el lugar de la muerte (24:11). La historia de Emaus, entonces – separándose de Jerusalén en agonía (24:17) – establece una palabra que, de nuevo, se trae a Jerusalén (24:33, 35)… La tan esperada redención de Jerusalén (2:38)… viene, sorprendentemente, de fuera de Jerusalén, al venir Jesús mismo de fuera de Jerusalén” (Lathrop).

Esta historia incorpora un alto nivel de lenguaje litúrgico, incluyendo “tomando el pan, bendijo, y partió, y dióles” (v. 30); “Ha resucitado el Señor verdaderamente” (v. 34); y “al partir el pan” (v. 35). El Cristo resucitado es revelado al contar la historia, al interpretar la escritura, y al partir el pan.

LUCAS 24:13-16. DOS DE ELLOS IBAN A EMAUS

13Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día á una aldea que estaba de Jerusalén sesenta estadios(griego: stadious hexekonta – sesenta stadia), llamada Emaus. 14E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acaecido. 15Y aconteció que yendo hablando entre sí, y preguntándose el uno al otro, el mismo Jesús se llegó, é iba con ellos juntamente. 16Mas los ojos de ellos estaban embargados, para que no le conociesen.

 

“El mismo día” (v. 13). “El mismo día” se refiere al “primer día de la semana” en v. 1. Ésta es la tarde de la Pascua – solo horas después de que Jesús resucitara de su muerte.

“Dos de ellos iban el mismo día á una aldea que estaba de Jerusalén sesenta estadios, llamada Emaus” (v. 13). “Dos de ellos” se refiere a “los once y todos los demás” (v. 9). Cleofás nunca es mencionado en ninguna lista de apóstoles, entonces, estos dos están entre “los demás” en vez de estar entre los once apóstoles. Bergant sugiere que son marido y mujer, en parte, porque ambos ofrecen su hospitalidad como lo harían un marido y su mujer (Bergant, 170).

Sabemos poco de Emaus, que estaba a 60 stadia (7 millas o 11 kilómetros – una stadia es 607 pies o 184 metros), de Jerusalén. Todas las apariciones de la resurrección de Jesús toman lugar cerca de Jerusalén.

La historia no nos dice porque los viajeros van a Emaus, aunque su hospitalidad con Jesús – invitándole a quedarse con ellos – hace probable que Emaus sea su hogar. Buechner dice, “Emaus es adonde vamos, adonde fueron estos, para tratar de olvidar a Jesús y el gran fracaso de su vida” (de El Fracaso Magnifico, citado en Vawter y Carl, 34). El hogar proporciona ese tipo de refugio.

“Mas los ojos de ellos estaban embargados (ekratounto – se mantenidos), para que no le conociesen” (v. 16). El problema no es que la apariencia de Jesús haya cambiado o que los discípulos de Emaus estén distraídos. El verbo es pasivo, indicando que algo está actuando sobre estos dos discípulos. Dios les está previniendo de ver lo que, de otra manera, sería obvio.

LUCAS 24:17-24. ¿ERES TÚ SÓLO EL QUE NO SABE?

17Y díjoles: “¿Qué pláticas son estas que tratáis entre vosotros andando, y estáis tristes?” 18Y respondiendo el uno, que se llamaba Cleofás, le dijo: “¿Tú sólo peregrino eres en Jerusalén, y no has sabido las cosas que en ella han acontecido estos días?” 19Entonces él les dijo: “¿Qué cosas?” Y ellos le dijeron: “De Jesús Nazareno, el cual fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20Y cómo le entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros príncipes á condenación de muerte, y le crucificaron. 21Mas nosotros esperábamos que él era el que había de redimir á Israel: y ahora sobre todo esto, hoy es el tercer día que esto ha acontecido. 22Aunque también unas mujeres de los nuestros nos han espantado, las cuales antes del día fueron al sepulcro: 23Y no hallando su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, los cuales dijeron que él vive. 24Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho; más á él no le vieron.

 

“Y respondiendo el uno, que se llamaba Cleofás, le dijo…” (v. 18). Ésta es la única mención de Cleofás en el Nuevo Testamento. Este pasaje está lleno de ironía. Cleofás presume que Jesús es “¿Tú sólo peregrino eres en Jerusalén, y no has sabido las cosas que en ella han acontecido estos días?” (v. 18) cuando, el hecho es que, Jesús es la única persona que verdaderamente comprende esos hechos. El mismo Cleofás es ignorante.

Cleofás resume en finas palabras el Evangelio en estos versículos diciendo que:

• Jesús era “varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo” (v. 19). Esto es verdad, pero no toda la verdad. Jesús es un profeta, y hablaba de si mismo como tal en 4:24 y 13:33 – pero también es mucho más. Es un profeta como Moisés. Hechos 7:22 (también escrito por Lucas) describe a Moisés como “poderoso en sus dichos y hechos.” Deut. 34:12 dice que Moisés cumplió “grandes señales… á ojos de todo Israel.” Ahora Cleofás describe a Jesús como “varón profeta, poderoso en obra y en palabra” (v. 19).

• Los “entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros príncipes á condenación de muerte, y le crucificaron” (v. 20). No se hace ninguna mención de las autoridades romanas ni de las multitudes. Así, Lucas mantiene que los líderes judíos son los responsables por la muerte de Jesús.

“Mas nosotros esperábamos que él era el que había de redimir á Israel” (v. 21). “Esperábamos.” Éstas son palabras tristes – esperado en el tiempo pasado – esperanza convertida en desesperanza. Para estos discípulos, “la redención de Israel significaba la liberación de Israel de sus enemigos, es decir, los romanos. Para Lucas, sin embargo, Jesús sí redimió Israel y le trajo el reino de Dios. Pero fue a través de su muerte que Jesús cumplió con esta redención y selló este nuevo convenio (Lucas 22:20)” (Stein, 611).

“Hoy es el tercer día que esto ha acontecido” (v. 21). La ironía es que, aunque cada día que ha pasado ha profundizado su agonía, los lectores de Lucas saben que Jesús predijo su resurrección al tercer día (9:22; 13:32; 18:33; 24:7). La mención del tercer día está llena de esperaza para los que saben como termina la historia.

“Unas mujeres de los nuestros nos han espantado” al decirles que “habían visto visión de ángeles, los cuales dijeron que él vive” (v. 23). Tannehill anota, “El relato de las mujeres produjo sorpresa, pero no fe” (Tannehill, 354).

“Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho; más á él no le vieron” (v. 24).

Debemos admirar estos dos discípulos de Emaus. Los líderes judíos mataron a Jesús, y los discípulos se escondieron temiendo que ellos podían ser los próximos en ser perseguidos. Se podría esperar que los discípulos de Emaus no abrieran la boca sobre su relación con Jesús – excepto, quizá, en compañía de fieles amigos. Aquí, sin embargo, hablan abiertamente de Jesús con una persona que creen ser un desconocido.

LUCAS 24:25-27. COMENZANDO DESDE MOISÉS Y LOS PROFETAS

25Entonces él les dijo: “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! 26¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” 27Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, declarábales en todas las Escrituras lo que de él decían.

 

“¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!” (v. 25). Jesús regaña a los dos discípulos por no creer a los profetas (v. 25). Los profetas “señalaron a ambos, el ministerio (de Jesús) (4:16-30) y su sufrimiento, muerte, y resurrección (vv. 26-27, 44-47). Por esta razón, Lucas considera que las Escrituras son suficiente para la generación de fe (16:31)” (Craddock, Interpretación, 286).

“¿No era necesario (griego: dei) que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” (v. 26). Esta pequeña palabra, dei, sugiere un imperativo divino – algo mandado por Dios. Jesús implica que Dios mandó el sufrimiento del Mesías antes de que entrara en su gloria. Mientras que esto no era evidente para los primeros discípulos, los discípulos de Emaus han identificado a Jesús como un profeta, recordándonos que los profetas eran perseguidos (6:23-26) y matados (11:47-49; 13:34) – las propias palabras de Jesús. Las maneras de Dios no son como las nuestras. Dios escogió la locura de la cruz, porque “Porque lo loco de Dios es más sabio que los hombres; y lo flaco de Dios es más fuerte que los hombres” (1 Cor. 1:25). No nos debe sorprender que Dios – que escogió al joven David y el pequeño ejército de Gideón y la pequeña Israel – también escogiera una cruz.

“Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, declarábales en todas las Escrituras lo que de él decían” (v. 27). Lucas no nos dice cuales escrituras Jesús usó para revelarse. Algunas posibilidades incluyen Deut. 18:15; Salmo 2:7; 110:1; 118:21-23; y Daniel 7:13-15.

Nos quedamos preguntando si Jesús explícitamente conectó el sufrimiento y muerte de los profetas con su propio sufrimiento y muerte. Es verdad que los profetas sirvieron de modelo para la crucifixión – y para el servicio humilde y de sacrificio que Dios espera de nosotros.

La escritura es un vehículo poderoso para llegar a la revelación de Cristo. Cristianos son guiados y refortalecidos por la escritura. Los que no son cristianos son persuadidos al leer la Biblia. Gideón cuenta historias verídicas de gente cuyas vidas cambian después de leer la Biblia. Le damos a la Biblia un lugar importante en nuestra veneración porque puede testificar poderosamente de Cristo.

LUCAS 24:28-32. ENTONCES SUS OJOS FUERON ABIERTOS

28Y llegaron á la aldea á donde iban: y él hizo como que iba más lejos. 29Mas ellos le detuvieron por fuerza, diciendo: “Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado.” Entró pues á estarse con ellos. 30Y aconteció, que estando sentado con ellos á la mesa, tomando el pan, bendijo, y partió, y dióles. 31Entonces fueron abiertos los ojos de ellos, y le conocieron; mas él se desapareció de los ojos de ellos. 32Y decían el uno al otro: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”

 

“Y llegaron á la aldea á donde iban” (v. 28). Esto suena como si los discípulos de Emaus han llegado a su casa. Jesús se adelanta para dejarles. Costumbre requiere que ellos le inviten a Jesús a cenar, y costumbre requiere que Jesús se niegue a no ser que ellos insistan. Como se menciona arriba, esta historia nos recuerda a Abrahán en Mamre, que entretuvo a ángeles sin saberlo (Gen 18:1-15).

“Estando sentado con ellos á la mesa, tomando el pan, bendijo, y partió, y dióles” (v. 30). Éstas son casi las mismas palabras que Lucas usó para describir las acciones de Jesús durante la Última Cena (22:19). Anote especialmente los cuatro verbos: tomó, bendijo, partió, y dio. Jesús cumplió estas mismas acciones al alimentar a los cinco mil (9:12-17). Normalmente, el anfitrión cumpliría estas acciones en una casa y el celebrante las cumpliría en un servicio de veneración. Jesús, el huésped, se convierte en ambos, el anfitrión y el celebrante en esta mesa.

“Entonces fueron abiertos los ojos de ellos, y le conocieron” (v. 31). Antes, “los ojos de ellos estaban embargados, para que no le conociesen” (v. 16). Ahora sus ojos fueron abiertos. La exposición de las escrituras les preparó para reconocerle al partir el pan. Fue Dios el que tapó sus ojos, y es Dios el que se los destapa. La unión de la mesa “no es un error; es un tema principal de Lucas. Muchas de las apariciones de la resurrección que Lucas describe están asociadas con la unión de la mesa (24:41-43; Hechos 1:4; 10:41; también Jn 21:9-15)” (Bock, 385). En cuanto le reconocieron, Jesús desapareció.

Culpepper dice que esta historia es un contrapunto a la parábola del hombre rico y de Lázaro (16:19-31). En esa parábola, Lázaro estaba acostado fuera a la puerta del hombre rico, pero el hombre rico ni lo reconoció ni compartió su pan con él. En la muerte, sus situaciones se dan la vuelta, y el hombre rico le suplicó a Dios que mandara a Lázaro con una gota de agua. La ironía es que por no haber ayudado a Lázaro, el hombre rico se privó a si mismo de bendiciones. “Imagina por un momento. ¿Qué hubiera descubierto el hombre rico si hubiera compartido su pan con Lázaro?” (Culpepper, 482). En comparación, los discípulos de Emaus le demostraron hospitalidad a Jesús, y son recompensados con una audiencia privada con el Señor resucitado. Nunca sabemos qué bendiciones podemos recibir al dar hospitalidad o qué bendiciones podemos perder al no hacerlo.

“Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, declarábales en todas las Escrituras lo que de él decían” (v. 27). Jesús empieza revelándose por medio de las escrituras (vv. 25-27). En pocos momentos, completará su revelación por medio de la Eucaristía (vv. 30-31). Cristo todavía continúa revelándose a través de la Palabra y el Sacramento.

“¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (v. 32). En ese momento, estos dos discípulos no comprendieron lo que estaba pasando, pero Jesús les estaba preparando para la revelación que vendría con el partir del pan.

LUCAS 24:33-35. SE LEVANTARON Y VOLVIERON A JERUSALÉN

33Y levantándose en la misma hora, tornáronse á Jerusalén, y hallaron á los once reunidos, y á los que estaban con ellos. 34Que decían: “Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido á Simón.” 35Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo había sido conocido de ellos al partir el pan.

 

“Y levantándose en la misma hora, tornáronse á Jerusalén” (v. 33). Los discípulos de Emaus se apresuran para compartir su historia con los discípulos en Jerusalén. “Eran siete millas de camino para regresar a Jerusalén” y era tarde, pero “no podían quedarse sin compartir las buenas noticias” (Barclay, 310).

“Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido á Simón” (v. 34). Una vez que los discípulos llegan a Jerusalén, encuentran a los once apóstoles y a sus compañeros discutiendo la aparición de Jesús a Pedro. “Debemos…preguntar por qué Lucas le presta atención especial a Simón. Sin duda, es para indicar el arrepentimiento y la rehabilitación de Simón después de haberle negado a Jesús (22:55-62) y, así, legitimar a Simón no simplemente como un autentico ‘testigo de la resurrección’ (Hechos 1:22) sino también como líder de la comunidad de testigos (cf. 22:31-34) (Green, 851).

“Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo había sido conocido de ellos al partir el pan” (v. 35). Los discípulos de Emaus comparten su testimonio solo con otros discípulos. “Solo más adelante, después de haber recibido ‘el poder de lo alto’ (v. 49) expresarán su testimonio ante no creyentes (vv. 47-48; cf. Actos 1:8)” (Nickle, 261).

 

TEXTO CITADO DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS procede de Spanish Reina Valera, situada enhttp://www.ccel.org/ccel/bible/esrv.html. Utilizamos esta versión de la Biblia porque consta de dominio público (no bajo protección de derechos de propiedad).

BIBLIOGRAFÍA:

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Bergant, Dianne (with Richard Fragomeni), Preaching the New Lectionary, Year A (Collegeville: The Liturgical Press, 2001)

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Tannehill, Robert C., Abingdon New Testament Commentaries: Luke (Nashville: Abingdon, 1996)

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Copyright 2007, Richard Niell Donovan


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