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Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.

Mateo 10:28

Me llama mucho la atención este versículo porque nosotros lo que más cuidamos es el cuerpo, en especial ahora en la era del selfie. Cada vez damos mayor énfasis a la imagen física. Sin embargo, la Palabra de Dios nos enseña que nosotros somos un espíritu que tiene un alma y vive en un cuerpo.

Cuando una persona es diagnosticada de cáncer, inmediatamente hace lo posible para tratar de detenerlo. Querer preservar la vida no tiene nada de malo, pero hay que saber que el cáncer no puede destruir el espíritu. Pues bien, tú y yo tenemos una encomienda por parte de Dios para velar y cuidar continuamente por nuestra alma.

En Hebreos 12 leemos cómo hacerlo: “Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean contaminados; Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (v.14-15). Aquí leemos que podemos descuidar y dejar de alcanzar la gracia de Dios que tenemos por regalo ¡impresionante!

Este versículo en otra versión, dice “raíz venenosa de amargura”. La Biblia identifica al menos 4 venenos del alma. Vamos a conocer el primero en este mensaje. Pero antes, hablemos de paz y santidad.

Paz y santidad

Ni la paz ni la santidad llegan solas. Hay que buscarlas, trabajarlas y dedicarles tiempo. Una cosa que he visto, sobre todo entre los jóvenes, es la facilidad con la que pierden la paz. Te levantas a las 6:45 de la mañana y a las 7:15 te desesperas porque no te han servido el desayuno. Jesús nos dijo que Él ya nos dio la paz. Además nos ordena ser santos porque Él es santo. Él ya me dio su paz, yo tengo que guardarla. Me dio su santidad, ahora yo debo defenderla.

“MUCHOS DE NOSOTROS TENEMOS EN NUESTRA ALMA RAÍCES ESPERANDO A QUE ALGO LAS ACTIVE”.

Además de cuidar la gracia debemos cuidar la raíz que produce venenos. La palabra “veneno” en la Biblia significa siempre angustia o amargura. No es lo mismo una raíz de amargura que una amargura brotada. Isaías profetizaba sobre Jesús diciendo “como raíz de tierra seca…” Esto se refiere a una raíz que quedó dentro de la tierra del desierto esperando el clima adecuado para poder brotar. Hay semillas que tienen potencial para la vida y lo único que necesitan es que se den las condiciones necesarias para que germinen. Muchos de nosotros tenemos en nuestra alma raíces esperando a que algo las active.

Cada persona en el planeta tiene células cancerígenas en su cuerpo. En el ambiente adecuado esas células se multiplican y lo invaden. Esto puede provocar cáncer. Sucede lo mismo en el alma. Entonces, si todos tenemos el mismo potencial, ¿será que todos debemos tener el mismo cuidado para evitar que estos venenos nos invadan?

Primer veneno: el resentimiento.

El primer caso de resentimiento sucede en Génesis 4:
“Y aconteció que al transcurrir el tiempo, Caín trajo al Señor una ofrenda del fruto de la tierra. También Abel, por su parte, trajo de los primogénitos de sus ovejas y de la grosura de los mismos. Y el Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero a Caín y su ofrenda no miró con agrado. Y Caín se enojó mucho y su semblante se demudó. Entonces el Señor dijo a Caín: ¿Por qué estás enojado, y por qué se ha demudado tu semblante? Si haces bien, ¿no serás aceptado? Y si no haces bien, el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo” (v. 3 – 7).

Dios Padre realizó el primer sacrificio de un animal para cubrir la desnudez de Adán y Eva (después de que pecaron). Así le enseñó a Adán cómo debían ser sus sacrificios y ofrendas, y este le enseñó a sus hijos. Pero de repente, Caín decide cambiar lo que Dios había establecido trayendo otro tipo de ofrenda que no agradó a Dios. Entonces Caín, molesto, comienza a generar resentimiento porque Abel, su hermano, era aprobado y él no.

Para Caín no fue suficiente que Dios mismo hubiera dictado el cómo hacer sacrificios. No vio lo malo en cambiar la forma de hacerlo. Abel, por su parte, fue obediente. Caín tenía sus propias inquietudes, sin embargo, no toda inquietud del corazón es correcta y es peligrosa si se desarrolla.

¿Cómo funciona el resentimiento?

La palabra resentimiento significa “sentir la misma cosa una y otra vez”. Cuando Caín veía a Abel sentía el mismo rechazo y coraje. Es como cuando vas caminando y ves a una persona que no te cae bien, entonces, en lugar de seguir tu camino, tomas otro para no tener que toparte con ella y así evitar ese malestar que te provoca. Eso, además de todo, es idolatría, porque todo lo que define tu identidad y tu destino es tu dios. Si una persona trazó que tú cambiaras tu camino, ese es tu dios; y todo a causa de la “espinita” que hay en tu corazón.

El resentimiento es terrible porque se esconde en las justificaciones del alma. Parte del problema de este veneno es que la persona resentida se cree superior a los demás. Por eso también es importante cuidar las palabras que escuchamos y decidir a quién le cedemos nuestro corazón. Porque cada herida del corazón es potencialmente la posibilidad de tener una nueva razón para resentirse. Las palabras bonitas entran por el oído, se alojan en el corazón como ilusiones profundas, pero cuando se convierten en desilusiones son materia prima para el resentimiento.

“UNO DE LOS ALIMENTOS DEL RESENTIMIENTO ES EL ORGULLO”.

¿Cuánto tiempo habrá guardado Caín ese sentimiento en su corazón? Dios tuvo que venir a confrontarlo. Incluso le dio la oportunidad de hacer lo bueno. El pleito de Caín era con Dios, pero como no podía vencer a Dios dirigió su venganza contra Abel. Dios quiso restaurar a Caín, pero él se negó. Uno de los alimentos del resentimiento es el orgullo: “Perdono pero no olvido. Perdono… a medias. Perdono… por etapas”.

Ser libre del resentimiento es una decisión voluntaria. Por eso en Efesios 4: 31-32 Dios nos ordena a tomar decisiones en nuestro carácter y perdonarnos unos a otros.

El peligro del resentimiento

Las obras del corazón de una persona que continuamente se resiente son malas. Conociendo sus malas obras persisten en ellas como lo menciona 1 Juan 3:11-12.

Según psicólogos especialistas, el resentimiento nos hace dependientes de la persona que nos lastimó y nos impide avanzar o crecer en la vida. Es como un relato atorado que nos contamos una y otra y otra vez hasta convencernos de que somos la víctima.

“No puedo llamar a Dios Padre porque mi padre me abandonó”; “Soy severo con mi novia o mi esposa porque mi madre fue severa conmigo”; “No confío en nadie porque alguien me traicionó”; “Todos los hombres son iguales”. Así como estos, hay muchos más preceptos que nacen del resentimiento y nosotros los aceptamos como válidos.

El descenso del resentimiento
A continuación te presento los 8 escalones de descenso del resentimiento.

1.- La ofensa.
“TODAVÍA RELACIONAS LA PALABRA OFENSA CON ALGO QUE TE PASÓ”.
Si solo con leer esta palabra ya te vino un recuerdo a la mente, es porque eso aún no está resuelto.Todavía relacionas la palabra ofensa con algo que te pasó. Pero atención: nadie tiene el poder de ofenderte si tú no aceptas la ofensa. Cuando Jesús estaba en la cruz, uno de los ladrones se burló diciendo “si verdaderamente eres hijo de Dios, sálvate a ti mismo”. Imagínate que Jesús le hubiera contestado “y tú ¿qué te crees, gusano? Pues tu padre es el diablo, ¡váyanse todos al infierno!” Pero no. El Señor oró pidiendo al Padre por nosotros diciendo “perdónalos porque no saben lo que hacen”.

2.- Sentir dolor después de la ofensa.
Si todavía te duele lo que te hicieron hace tiempo, ya bajaste otro escalón.

3.- Falta de perdón.
Recibes la ofensa, permites que te cause dolor, y te es imposible perdonar. La persona que no perdona se vuelve esclavo de aquella que la ofendió.

4.- Rencor y odio.
El rencor empieza como enojo y comienza a convertirse en mala voluntad, en una mala intención hacia otro.

5.- Amargura.
Es un sentimiento duradero de frustración, tristeza o resentimiento, especialmente por haber sufrido una desilusión o injusticia.

6.- Enfermedades físicas y emocionales.
La mayoría de las personas enojadas tienen gastritis (y no es por comer salsa picosa). La relación entre enfermedades del cuerpo y los resentimientos es realmente muy estrecha.

7.- Deseo de venganza.
Tal vez deseas que el pastor le llame la atención a la hermanita que te hizo algo o te lastimó. O confrontaste a alguien que te ofendió pero en tu corazón había un deseo de exponer a la persona y hacerla sentir mal o ridiculizarla. Todo esto es venganza.

8.- Actitud destructiva.
Puede llegar hasta el deseo de la muerte. Pasar de víctimas a victimarios. La mayoría de los asesinos en serie tienen resentimientos desde chicos y de adultos comienzan a cobrar las “deudas pendientes”.

Formas de vencer el resentimiento
Según los psicólogos expertos hay cuatro consejos primordiales para superar el resentimiento.
1.- Ponerse en el lugar del otro.
Esto pone en perspectiva la necesidad del otro. ¿Qué lo motiva a ofender?

2.- Pensar que quizá el ofensor necesita ayuda.
“…TERMINÓ AYUDÁNDONOS”
De repente tú, que eras el supuesto objeto de una ofensa, te conviertes en la posible salida del ofensor. Esto fue exactamente lo que Cristo hizo. Él, conociendo nuestra necesidad, no vio todas nuestras ofensas, sino que se puso en nuestro lugar. Sin haber sido pecador se hizo pecado y terminó ayudándonos dándonos la salida.

3.- Entender que nosotros podemos decidir.
Nadie puede hacerte daño a menos que tú lo decidas. Te pueden golpear, derribar o arrastrar pero herirte es potestad tuya. La Biblia dice que tenemos espíritu de poder y dominio propio.

4.- No buscar perfecciones exageradas.
También los predicadores fallan. Nunca busques a un predicador como ejemplo y no demandes la perfección de ellos. Nuestro ejemplo es Jesús.

La biblia nos ofrece el antídoto para este veneno: el perdón. Decide perdonar.
1.- Concéntrate en Dios.
“SI, PUES, HABÉIS RESUCITADO CON CRISTO, BUSCAD LAS COSAS DE ARRIBA, DONDE ESTÁ CRISTO SENTADO A LA DIESTRA DE DIOS.” (COL. 3:1)
Es muy tentador centrar tu atención en las personas que te ofenden pero Cristo nos exhorta a poner nuestros ojos en Él.

2.- Ponte a trabajar en la obra de Dios.
Hebreos 6:11 nos enseña a perseverar en la obra de Dios con la misma pasión que cuando empezamos.
Una de las cosas que más duelen es ver a un servidor de Cristo caer. Esto nos puede causar una profunda decepción y desanimarnos. Sin embargo, una de las cosas que más sanan es servir al Señor con más pasión que antes.

3.- Devuelve bien por mal.
Si alguien te hace daño, por causa de ese mal toma la determinación de hacer un bien mayor. Jesús nos enseñó a bendecir a quienes nos maldicen, a amar a nuestros enemigos.

4.- Saber que Dios es soberano.
Después de cualquier decepción, caída, o golpe que venga a ti sabemos que Él sigue teniendo el control.

“EL RESENTIMIENTO ES UN VENENO QUE SI LO DESCUIDAS TE DAÑA A TI Y A TODA LA GENTE QUE ESTÁ A TU ALREDEDOR”.
No pierdas más tiempo y hoy pide al Espíritu Santo que te muestre si hay en tu corazón una raíz venenosa. Decide perdonar hoy. ¡Sé libre en el nombre de Jesús!


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