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Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen

Lucas 23:34

Padre, Perdónalos
La cruz había sido levantada, la carne había sido desgarrada, colgando en puntas desde sus manos, y Jesús haciendo esfuerzos por cada respiración. No había un músculo en su cuerpo que no ardiera. Sus ojos ardían por la mezcla de sangre y sudor. Todos aquellos a quienes Él había enseñado por tres años se habían desaparecido; solo unos cuantos amigos se quedaron ahí a los pies de la cruz. ¡Ah! Pero los burlones y los injuriadores, ellos si estaban ahí; le estaban gritando «Baja de ahí, rey de los judíos. ¡Ha! ¡Qué tal salvador! ¿Salva a otros pero no se puede salvar a él mismo?» Con sus ojos borrosos, Jesús miro hacia abajo al grupo de burlones; y dejo que sus ojos se dirigieran al cielo y débilmente dijo una corta oración; «Padre, por favor perdónalos, porque no saben lo que están haciendo.»

Diga usted, ¿de dónde viene esa clase de amor? ¿Podría explicar el origen de aquella fuente de perdón? Contraste aquello con nosotros. Nosotros perdemos la tranquilidad si alguien se cruza en nuestro camino cuando manejamos o si se chocan con nosotros en el mercado o si los niños no están listos a la hora debida. Miremos a Jesús. «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»

¿Quién hubiera criticado a Jesús si hubiera dicho una palabra en su defensa? Quizá diciendo, «Soy inocente, ¿Qué hay de mis derechos?» O quizá unas palabras de crítica. «Te aseguro que te arrepentirás.» Hubieran sido apropiadas. Pero no, cuando su dolor era más severo y cuando estuvo al borde de ser separado por primera vez en toda la eternidad de su Padre, ¿en quién estaría pensando? El estaba pensando en los pecados de las personas que le habían puesto los clavos de seis pulgadas por sus manos y de los que le habían escupido en la cara.

Diga usted, ¿qué clase de amor es esa? ¿De dónde viene? ¿Qué tipo de matrimonio tendría usted si usted tuviera ese tipo de amor que fue totalmente consumido por las necesidades y los deseos de alguien aparte de usted? ¿Qué tipo de cristianos seriamos si tuviéramos ese tipo de amor los unos por los otros? Nosotros nos sentimos tan molestos por lo trivial, pero por el contrario, Jesús, durante la muerte más dolorosa, injusta, e inimaginable, oró, «Padre, perdónalos, porque no saben lo que están haciendo.» Esa pequeña, pero conmovedora oración es recordada por nosotros en Lucas 23:34. Es el primero de siete afirmaciones grabadas de los labios de Jesús mientras Él colgaba en aquella cruz.

Estas siete afirmaciones son más que simples afirmaciones. Ellas son como la etiqueta o el índice de las páginas de un gran cuaderno, solo una palabra o dos, pero detrás de ellas hay un volumen de información esperando ser entendida. Estos dichos en la cruz son como las señales que dicen, «Cable eléctrico enterrado aquí.» Si usted cavara tan solo un poco, usted encontraría esta fuente inimaginable de poder esperando por su vida. Estas afirmaciones de la cruz resumen lo que Jesús es. Si usted los puede entender enteramente, usted entenderá el resumen encapsulado de todo lo que Él dijo y todo lo que Él hizo.

La afirmación más importante que la cruz hace es el Perdón, «Padre, perdónalos, porque no saben lo que están haciendo.» Si, el estaba orando por aquellos que pusieron los clavos en sus manos y quienes lideraron el injusto juicio, pero también estaba orando de la misma manera por aquellos que en la carta de Hebreos dice lo crucificarían de nuevo.

Oí una historia de dos amigos que estaban en un bote en el océano y que el bote se hundió, pero que de alguna manera ellos llegaron a salvar sus vidas saliendo a la superficie y que estuvieron flotando por algunas oras antes que fueran recogidos por los costa guardas. Uno de los amigos que estaba flotando estuvo muy agradecido. El paraba alagando al capitán del bote, y se saludo de manos con cada miembro de la tripulación. El decía, «gracias, gracias, gracias.» El otro amigo estaba medio callado. Él dijo, «Pues, ¿sabes Tom?, no deberías hacer tanta cosa por esto.» Cuando llegaron a la orilla, un reportero de las noticias estaba ahí y entrevistó al primer amigo, y el primer amigo estaba llorando de gratitud. El otro amigo ni quiso ser entrevistado. El periodista miro al primer amigo y le preguntó, «¿qué le pasa a tu camarada?» Y él respondió, «Bueno, a decir verdad, él piensa que se pudo haber salvado por su propia cuenta.»

Es interesante, ¿no es así? ¿Cuando uno cree que puede salvarse a sí mismo pero en realidad no eres rescatado? Yo pienso que la primera marca de un cristiano genuino, un verdadero convertido a Cristo, es el que sabe que se iba a hundir, uno que habla y se comporta en una manera que dice, «yo ya estaba para ahogarme, ya me quedaba solo la mano sobre la superficie, y estaba a punto de ahogarme en mis pecados. Jesucristo me salvó.»

Lo que es triste es que, en este mundo, hay cientos de miles de amigos sentados en un banco, engreídos y orgullosos. Ellos no hablan en voz alta, sino que dentro de sí están diciendo, «A mí me va bien así, no más. Yo estoy remando más o menos.» Ellos miran alrededor a otras personas que no están sentadas en sus bancos pensando, «yo soy una persona más o menos, nunca he matado, nunca he golpeado a alguien, no hablo malas palabras, no fumo, no me drogo ni ando con personas que lo hacen.» Ellos como que están orgullosos de lo bien que están remando sus botes por sus cuentas.

Yo podría hacer dos preguntas a cualquiera y aprender mucho sobre su teología, aprender mucho sobre lo que piensan, sobre Jesús y sobre todas las cosas espirituales.

      1. «¿Vas a ir al cielo?» Ellos dirán «si, no, o algo así – no estoy seguro, eso espero, no lo sé» o ese tipo de cosas. De ahí uno se puede enterar de mucho.

 

2. A aquellos que contestan que sí, «¿Cómo llegarán?» La respuesta numero uno que he encontrado en un cincuenta por ciento de las veces que he hecho esa pregunta es: «Pues, yo he sido tan bueno como la mayoría de gente que conozco.» ¿Sabe usted lo que están diciendo?: «Estoy remando duro ese bote.» Contraste aquello con lo que el apóstol Pablo dijo: «Yo soy el jefe de los pecadores. ¡Oh, que mal hombre soy!, ¿quién me sacará de este cuerpo de muerte?

Pablo dijo eso porque él entendía el perdón. Se dice de Pablo que el solo entendía dos cosas: Él sabía que estaba perdido, y sabía que había sido salvado. Cuando uno lee sus epístolas, ese entendimiento suyo se nota en cada línea. Eso es lo que cada cristiano genuino sabe. Él o ella sabe que estaba perdido, que estaba desesperado y que de repente alguien les tiro una soga.

Considere esta simple oración que Jesús dijo, «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» ¿Qué es lo que ese perdón implica? ¿Cómo aplica a usted y a mí? ¿Cuáles son sus características?

      1. El perdón que Jesús ofreció y por el que oró en la cruz es obsequiado. «Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.» (Romanos 6:23) ¿Escuchó el contraste ahí? «La paga,» ese es el salario, «es muerte,» esa es la paga del pecado «pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.»Lo primero que necesitamos recordar acerca del perdón que Jesús ofreció en la cruz y que aún ofrece desde el trono del salón de los cielos es que es algo que nosotros no ganamos. Su gracia, su perdón, es un regalo.

 

Permítame ilustrarle esto y demostrarle porque esto es importante. Piense ahora y excluya la salvación, la cruz o las cosas que consideramos espirituales, dadas verticalmente. ¿Cuál es el regalo terrenal más precioso que usted tiene ahora? ¿Qué es? Alguno de ustedes puede decir que es un niño recién nacido el regalo más precioso. Alguno de ustedes podrá decir que es una familia saludable el más precisos regalo. Excluyendo la salvación, el amor de mi esposa es el regalo más precioso que yo tengo. Pero si fuera a decir, «Sabes mi amor, hasta ahora me has amado por 17 años y yo aprecio mucho eso. Quiero pagarte por ese amor. A mí me encantaría tener más efectivo en este momento pero solo tengo como $1700.00. Te podría dar como $100.00 al año por todo el amor que me has dado hasta este punto. Déjame darte $1700.00. Vamos a poner esto en nuestro presupuesto ahora mismo. Te voy a pagar $25.00 por mes de aquí en adelante por el amor que tú me das.» Ahora bien, ¿qué cree usted que ella hará?
Pues, primero que nada, ella pensará que es una broma. O sea, se reiría. «¿Qué estás haciendo?» Luego, si yo presionara sobre el tema y dijera, «No, no, esto es lo que de veras quiero hacer. Quiero pagarte por ese obsequio.» Ella me miraría como si yo fuera un absurdo absoluto. Amigos, eso es absurdo porque un obsequio no es algo que uno puede comprar. No es algo que uno puede ganar. Si usted lo puede hacer, no es un obsequio; se convierte en un salario, una ganancia.

Lea Romanos 6:23 otra vez, «Porque la paga…» el salario esta adherido al pecado, es la muerte, «pero la dádiva de Dios es vida eterna mediante Jesucristo.» Estoy asombrado de los millones de personas que entremezclan estos dos. Ellos piensan que el estado de perdición en el que ellos están, o la muerte espiritual que ellos va a pasar, es tan solo un mal momento o un suceso inconstante, caprichoso de un Dios gracioso, y que la salvación que ellos van a tener se lo están ganando día a día por lo buenos que son. Lo tienen exactamente al revés. Lo que ganamos es el infierno mediante cada pecado que cometemos.

¿Qué hace usted cuando recibe un regalo?

Usted dice, «gracias» y luego actúa agradecidamente. Mientras más grande sea el regalo, más y por más tiempo usted está agradecido. Al tratar de pagar por un regalo:

        a. Uno insulta al dador: Dios es insultado si nosotros tratamos de pagar por el regalo de perdón porque lo estaríamos reduciendo a algo así como un siervo contratado. Lo estaríamos reduciendo a un vendedor de tienda. Lo estaríamos prostituyendo al tratar de negociar su amor, y Dios no va a ser reducido a eso. Él reacciona fuertemente a eso y siempre lo ha hecho. De hecho, eso fue lo que mucho enojó a Jesús de los fariseos. Ellos pensaban que estaban pagando por su salvación. Que lo estaban ganando. Algunas personas piensan eso hoy en día.

 

Hay un mundo de diferencia entre logro y expiación. Logro es algo por lo que uno lucha para alcanzar. Expiación es algo que es dado a uno. La palabra expiación quiere decir pagar una deuda que uno es incapaz de pagar por sí mismo. Jesús ofreció expiación. Dios, el Hijo, sabe que nosotros no podemos salir de nuestro propio desorden. Así que se ofreció a sí mismo en sacrificio y en aquella cruz el pidió: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»

Oh, pero el espíritu humano, solo quiere ser salvado por logro. ¿Sabe usted por qué? Porque vivimos en un mundo manchado por el pecado que no funciona por expiación, opera solo por logros. De seguro que nosotros conocemos estos slogans, «Nada es gratis en este mundo» y «Se el número uno.» De seguro que nosotros los hemos escuchado. Esa es la forma en la que el mundo opera, entonces nosotros queremos salvarnos por nuestras propias buenas obras. La pregunta que yo hago a cada persona que tenga esa filosofía es ¿Cuántas buenas obras son necesarias para ser salvado? ¿De cuanto es la cuota? ¿Cuál es el mínimo? Uno insulta al dador cuando uno trata de pagar por el regalo.

b. Uno crea una relación de negocio. Si uno dice, «Mira, dame eso y yo te doy aquello.» Ese es un intercambio, un trueque, una transacción de negocios. Cuando uno trata de pagar el regalo de Dios, uno reduce la relación de padre e hijo a la de empleador y empleado, y eso es muy poco comparado con lo que Dios quiere.

Permítame ilustrarle esto. Cada mes yo hago un pago de hipoteca a alguien en Chicago al cual nunca he visto. Él o ella nunca me ha visto. Ahora, ¿tenemos una relación? Si. ¿Le importará a esta persona si tengo apendicitis? O, ¿si mi matrimonio esta en problemas? ¡No! Todo lo que le importa es que yo le pague. Es una relación pero no es profunda. Es una relación de papel. Si yo llego a un arreglo contractual con Dios, «Ahora, yo hare esto y tú me darás el cielo,» entonces estoy teniendo una relación de negocios con Dios. El quiere ser mi padre, no mi empleador. Él me quiere amar y bañarme y perdonarme como un padre perfecto. Eso es lo que Él quiere.

c. Cuando uno trata de pagar por un regalo, revela su propio mal entendimiento. Uno simplemente no tiene el concepto. El perdón es regalado.

2. El perdón por el que Jesús suplicó y ofreció es radical. Es radical, extremo y extraordinario. El regalo es una sustitución radical. «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él.» (2 Corintios 5:21) Ese es mi verso favorito de la Biblia porque dice todo de lo que se trata la cruz. ¿Quién es ese «él» en 2 Corintios 5:21? Usted sabe quién es. Es Jesús, ¿verdad? Digámoslo otra vez poniendo a Jesús en vez de «el.» «A Jesús que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en Jesús.» Como una ilustración digamos que usted un día está en el juicio. Dios dice, «¿Cuántos pecados has cometido?» Usted responde con la cabeza agachada, «Pues, no muchos. Señor.» Él le dirá, «Pues, piénsalo bien.» «Bueno, hubo una vez en que no le ayude a la anciana que vivía al frente. Luego, hubo otra vez en la que no honré a mi padre ni a mi madre como debía. Y luego,…» El dice, «Qué tal si solo miramos los libros.» El libro de su vida es abierto, y está manchado de pecado. Todo lo que usted hizo o dijo está grabado ahí, sus buenas obras como también sus pecados. A usted no le gustaría que nadie lo mirara. De pronto, Jesús entra y se para junto a usted limpio y blanco como la nieve. Recuerden, Dios hizo al que no tenga pecado que tenga pecado para que en él, nosotros podamos ser los justos de Dios. ¿Quiere usted saber que tan cristiano se verá usted ante el Padre el día del juicio? A menos que Jesús lo haya limpiado con su sangre y haya sustituido su vida por la de usted, será feo y no será bienvenido. Si la sangre de Jesús lo ha limpiado y usted se mantiene en el, Jesús estará ahí con todos sus pecados. Es una sustitución radical.

3. El perdón es arreglado. No fue accidental o casualidad; es parte de un plan eternal. Cuando yo estaba creciendo, yo escuche mucho a esta ilustración que era usada para la cruz. Quizá usted la haya escuchado. La historia es de una persona que operaba un puente mecánico que permitía que los trenes pasaran por el puente, pero se levantava a ciertas horas para que permita que ciertos barcos puedan pasar por el rio que estaba abajo. Una vez el puente había sido levantado, pero de pronto se escuchó que un tren venía en camino. El iba a necesitar poner el puente en su posición inicial para que el tren de pasajeros pueda pasar y no sea destruido. Pero el problema fue que él había traído a su pequeño hijo de tres años al trabajo. El niño se había escapado, él se fue a buscarlo y se dio cuenta que estaba en el mecanismo del puente, en los mismos engranajes. El pequeño estaba jugando en los engranajes y ahora con tan solo minutos, el hombre no tenía tiempo para ir y recoger a su hijo y cerrar el puente. El tenía que tomar la decisión de salvar al tren con los cientos de pasajeros o mover el interruptor y dejar morir a su hijo. Angustiado por tal decisión, movió el interruptor. Nuestro Dios dio a su Hijo en la cruz para que todo el que venga a él pueda ser perdonado y salvado.

Pues, esa es una poderosa ilustración, pero hay una parte importante de ella que no está bien para nada. Es inexacta. Vea si usted se da cuenta donde está la inexactitud. «Israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándolo.» (Hechos 2:22-23)

¿Cuál es la falacia de esta ilustración que escuche toda mi vida? Esta es. La cruz es diferente que el ingeniero que se sienta en una planta. La cruz no fue una reacción de golpe a la rodilla de un ingeniero eclesiástico que se dio cuenta que el mundo giraba fuera de control. La cruz era parte original del programa. El plan estaba siendo formulado en el minuto en que Eva hundía sus dientes en la fruta. El plan estaba ahí antes que Jesús viniera a la tierra, que fuera nacido o crucificado. La sombra de la cruz se asomaba con cada paso que Jesús tomó.

¿Alguna vez se detuvo a pensar que Jesús fue el que le puso vida a la semilla que se volvió árbol del cual la cruz fue formada? Jesús fue el que puso el hierro en la tierra de donde se formaron los clavos. Jesús fue el que inspiró vida en el embrio que sería llamado Judas en el vientre de su madre, quien vino y lo traicionó. (Colosenses 1:15,16)

¿Qué habrá sido planear su propia ejecución? No lo sé, no tengo ni la menor idea, pero no fue un accidente. Yo se que él sabía desde el principio que la única forma en que su novia fuera vestida en blanco y que viviera para siempre en el cielo era que el muriera por sus pecados. Amigos, sabiendo esto, entiendo mejor por qué el miraría hacia abajo desde la cruz habiendo siempre sabido que él iba a colgar ahí y decir: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que están haciendo.» Vea usted que el amor que ofreció esa oración vino del salón del trono del cielo donde el amor tiene su origen. La cruz y el perdón no fueron accidentes. Fueron arreglados.

4. El perdón es continuo. Yo le diré algo interesante sobre esta oración de Jesús: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que están haciendo.» El tiempo imperfecto del verbo es usado, indicando una acción repetida en el tiempo pasado. Entonces, en otras palabras más literales, la traducción es que Jesús siguió diciendo, «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» ¿Puede usted ver esto? Aún lo puedo ver repitiendo esta frase las seis horas y entre cada afirmación: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que están haciendo.»

Qué apropiado, porque aunque su sacrificio fue de una vez por todas, el perdón que sale de esa cruz es perpetuo. 1 Juan 1:7 dice, «Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado.» A mí me encanta esa palabra «todo,» ¿a usted no? Una pequeña palabra, pero quiere decir tanto – que nos limpia de todo pecado – todo nuestros pecados antes que viniéramos a Cristo en bautismo, todo nuestros pecados después si caminamos en la luz.

Dos versos más adelante «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.» (1 Juan 1:9) Luego, en unos versos más adelante Juan dice, «Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo, el justo.» (1 Juan 2:1) Yo quiero que vea como cristiano, si estamos dispuestos a caminar en el amor y la voluntad de Jesús. No en rebelión a su voluntad, alimentando el pecado, tratando de ocultarlo en algún closet lejos de Dios, sino confesando abiertamente nuestras deficiencias y equivocaciones. Entonces nosotros somos perdonados continuamente. Nosotros seremos limpiados diariamente para que estemos limpios y nos quedemos blancos. Entonces Dios nos dejará entrar.

5. El perdón es ejemplar, un patrón a ser imitado. Jesús nos da poder para perdonar a otros que nos rodean. «Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.» (Efesios 4:32) La clave para vivir una vida perdonadora hacia otras personas es darse cuenta del perdón para uno que sale de la cruz. Personas perdonadoras perdonan personas. No hay excepciones.

Quizás el siguiente acróstico le ayudará a recordar el regalo de la gracia de Dios.

    G-ratificado
    R-adical
    A-rreglado
    C-ontinuo
    I-ncesante
    A-seguir

Nosotros aceptamos ese obsequio cuando venimos a la cruz. Las escrituras nos dice cómo. Dios no nos hace trepar montañas o correr maratones. Lo que nos dice es simplemente, «Yo quiero que pongas tu confianza en Cristo, que vengas a esa cruz en fe, que creas que Jesús, Dios en carne, murió en aquella cruz por ti, que confieses esta creencia frente a los hombres, mueras a tus pecados y que seas enterrado con él en las aguas del bautismo. Ahí te daré una nueva vida libre de pecado habiendo sido lavado por la sangre de Cristo.»


Perdonar duele – Itiel Arroyo

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