Taller familiar
Samuel Clark
La Fórmula para el Matrimonio Divinamente Diseñado
Queridos Amigos:
De vez en cuando oigo a algunos comentarios insensatos sobre la fórmula divinamente diseñada para el matrimonio en Gén. 2:24: “Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” Esta fórmula es citada en el Nuevo Testamento por nadie menos que Jesús el Señor, y sin cambiar ni una palabra para condenar cualquier otro tipo de arreglo. Como alguien dijo: “En la matemática del Señor, 1+1=1; no 2 socios, no 2 amantes, no 2 del mismo sexo.” Nada podría ser más claro: 1+1+1 (o más) no equivalen a una sola carne, sino una perversión del plan de Dios.
San Pablo dio instrucciones para las iglesias que sus líderes fuesen solamente los que eran “maridos de una sola mujer” (1 Tim. 3:1,12; Tito 1:6). A un tipo de persona la Biblia llama “necio”, uno que es terco y le gusta discutir las doctrinas bíblicas usando la misma Biblia para sus argumentos en contra de las interpretaciones más aceptadas por los maestros mas reconocidos. Por ejemplo: su argumento es que Abraham tuvo dos mujeres, Jacob también, y David muchas, ni hablar de Salomón. Fíjense, en todos estos ejemplos hubo consecuencias muy tristes – celos, pleitos, parcialidades, etc. Nunca debemos citar ejemplos de hombres en la Biblia para cometer sus errores. Los errores están allí como señales y enseñanzas para que nosotros no hagamos lo que ellos hicieron.
Son consejeros peligrosos los que saben sólo un poco de la Biblia. Ellos resultan ser maestros falsos para los que siguen sus enseñanzas. Una regla dorada de la interpretación bíblica es que “nunca debemos de obedecer un pasaje para desobedecer a otro”. La interpretación fiel de las Escrituras requiere un conocimiento amplio de los pasajes relacionados para asegurar que no cometamos un error serio por ignorar la verdad.
No creas, amigo, a los que dicen “la Biblia dice…” y sólo usan uno o dos pasajes para probar su idea, mientras ignoran los otros pasajes que arrojan luz, entendimiento y claridad sobre el asunto. “La exposición de tus palabras imparte luz; da entendimiento a los sencillos” (Salmos 119:130). Busca tu entendimiento de hombres y mujeres que conocen mejor la Biblia y que son guiados por el Espíritu de Dios, no por la sabiduría de este mundo tan errado en sus ideas.
Volviendo a la Fórmula Divina, quiero comentar sobre los tres pasos que Dios nos dijo que son necesarios para lograr la integridad en el matrimonio, o sea, esa unión de dos en uno. No somos 1 naranja partida en 2 mitades sino una naranja completa, íntegra, para vivir no como 2 sino como 1.
En otras palabras, no dos personas haciendo lo que cada uno quiere, sino viviendo en una armonía de propósito y acción que como pareja han decidido que va a ser su expresión única. Esto requiere unos pasos importantes.
Comienza con una separación de los padres y de la familia de los años de soltería para formar ya una nueva familia. Ese núcleo nuevo debe tener la más alta prioridad sobre todas las demás relaciones humanas. Este paso es relativamente fácil cuando los hijos salen del hogar para asistir a universidades en otras ciudades.. Luego consiguen trabajo y/o se casan estando ya separados físicamente de su hogar. En otras culturas, especialmente en las megaciudades, el joven o la señorita sigue viviendo bajo el techo de su padre porque hay muchas oportunidades de estudios superiores y trabajo ahí mismo. Esto dificulta la separación mencionada en Gén. 2:24. A veces se ve como “necesario” por razones económicas y la nueva pareja comienza la vida matrimonial en casa de él o de ella.
¿Qué hay de malo con este arreglo? Primero, no es lo que la Biblia enseña. Segundo, ¿quién es la “cabeza” de la familia? No es fácil para el nuevo esposo ser cabeza de su familia donde hay otro cabeza ya funcionando. Tercero, es un arreglo que no permite el desarrollo de “1+1=1”. En esa casa grande puede haber suegros, cuñados y sobrinos. A veces la pareja carece de un lugar privado. La Fórmula Divina busca el bien de la pareja. El ambiente mejor para esto es vivir como una sola carne en su propia casa o apartamento para aprender a vivir como “una sola carne”.
El segundo paso es “unirse”, hombre y mujer, en una unión permanente, lo que hoy llamamos “casarse”. De ahí en adelante la pareja es reconocida como un matrimonio. Desde los tiempos remotos ha habido algún proceso. No me refiero a las caricaturas de los cavernículas que “cazaban” a su mujer con un garrotazo y la arrastraban por su cabello a su cueva. Me refiero al proceso, a veces prolongado, de irse conociendo mejor dos personas hasta enamorarse y comprometerse. Luego celebran esta decisión en una forma legal, y muchas veces una espiritual mediante los votos nupciales delante de Dios, testigos y amigos. Este es el proceso que hoy día está en peligro de cambiarse a otro estilo que evita la ceremonia, la celebración, la unificación pública. Obviamente el mundo sigue la filosofía de Satanás: “Si te gusta, hazlo.” El cristiano busca la voluntad de Dios. ¿Dónde? En las Escrituras no vemos la unión libre, la prueba “para ver si somos compatribles”, etc. Ese estilo no está produciendo uniones permanentes ni bendecidas por Dios.
¿Qué dice la Biblia de esto? Los matrimonios eran sencillos, arreglados por los padres, o el novio con su suegro, como en los casos de Isaac y Jacob. En el caso de José el Soñador por el mismo Faraón. A veces la fiesta duraba una semana. Mi punto es que no era un arreglo unilateral, el hombre y la mujer, sino bilateral, los novios y la familia o la cultura. Este patrón se ve en toda la Biblia y en el Nuevo Testamento vemos a Jesús asistiendo a una boda, una celebración familiar con amigos que duraba días. El silencio en muchos casos no prueba nada. Los ejemplos de arreglos formales y públicos son la enseñanza principal. El ejemplo mayor está en Apocalipsis 19 cuando el Rey de Reyes, el Señor de Señores, se casa oficial y espiritualmente con la Novia Mística, la Iglesia, los que han creído en Cristo para ser Su Esposa y reinar con El en Su Reino terrenal. ¡Dime si no crees que esta es suficiente evidencia, y motivo para seguir Su ejemplo!
El tercer paso es llegar a ser una sola carne. El verbo en el hebreo no es sólo ser sino llegar a ser, implicando un proceso, o sea, estos pasos. La meta es llegar a ser una carne en un acto de unión física que garantiza la multiplicación de la raza, la formación de otra familia, el cumplimiento de la primera orden de Dios de ser fecundos y multiplicarse y llenar la tierra con otros como nosotros. Malaquias 2:15 habla del propósito del matrimonio como buscar “una descendencia de parte de Dios”. Un método muy efectivo de evangelizar es cuando la pareja cristiana cría a sus hijos en el conocimiento del Señor para tener una fe en el Señor Jesucristo. ¡Cómo hemos descuidado esta responsabilidad en los tiempos actuales, dejando la enseñanza religiosa a las iglesias o los colegios religiosos en vez del hogar!
La multiplicación de la raza no es el único propósito de llegar a ser una sola carne. El acto sexual amoroso, buscando el placer y el bien del cónyuge tanto como de uno mismo es en sí un importante cemento, una pega que nos une más allá del acto mismo en un amor romántico, un ambiente de cariño y ternura que en fin puede, o debe, garantizar nuestra fidelidad y permanencia en la relación “hasta que la muerte nos separe”. Esto es lo que Dios quiere: relaciones firmes que permanezcan hasta el fin, pues, son las relaciones que hacen el mayor bien para la pareja, los hijos, la familia extendida y la sociedad toda. Por esto me preocupa el aumento de divorcios en matrimonios “cristianos”. ¿Hasta dónde vamos cuando hermanos en Cristo no pueden obedecer al Señor y amarse y permanecer unidos hasta el fin? El matrimonio que sufre separación o divorcio no agrada a Dios, y debe ser inconcebible para el cristiano fiel.
Abrazos, Samuel