Taller familiar
Samuel Clark
¿Quién NO quiere ser feliz?
Queridos padres de familia:
La palabra “bienaventurada” se encuentra más de 90 veces en la Biblia como una promesa divina, así que yo creo que no es un error desear la felicidad personal y familiar. Pero me pregunto ¿cuántos de mis amigos son felices? El fracaso de un gran porcentaje de los matrimonios (aun entre cristianos) se debe a la falta de felicidad en las relaciones de la pareja, siendo una de las razones más mencionadas en encuestas sobre la motivación para entrar en matrimonio. No sólo eso, sino la gran mayoría de los cónyuges tenían una esperanza firme de poderla encontrar con la persona con quien se habían unido en matrimonio. Y por eso, al no encontrarla (o perderla) se sienten defraudados, traicionados y resentidos. Por supuesto, estas actitudes abren la puerta para tantos problemas en la relación de la pareja y afecta la familia tremendamente. Lo que tenemos que reconocer (y recordar) es que la felicidad se tiene que encontrar en medio de una realidad que incluye sufrimientos: enfermedades, accidentes, violencia, persecución que puede producir la muerte, pérdida de todo, quiebra económica o traiciones dolorosas. Esta es la realidad en un mundo perdido.
La palabra bienaventurada se traduce en versiones modernas como “feliz…dichoso…bendecido”. Es una palabra que implica que la bienaventuranza es el resultado de la influencia en la vida de una segunda persona (o de varias). La diferencia entre “gozo” y “felicidad” es precisamente que el gozo es un mandamiento (véanse Fil. 1:18; 3:1; 4:4) y es una acción de la voluntad (véanse Fil. 1:4,18; 2:17,29), mientras que la felicidad es el resultado del mover de Dios en mi corazón y circunstancias cuando yo vivo por la fe y no por la vista, o sea, las cosas bonitas que suceden. Dios nunca prometió felicidad perpetua en la vida cristiana, sino una felicidad a pesar de los problemas de la vida en un mundo imperfecto.
La felicidad carnal es el resultado de algo que uno ve y experimenta en un momento dado. La felicidad en el Señor puede venir cuando aún no vemos nada todavía. Por ejemplo, en las Bienaventuranzas del Sermón del Monte, casi ninguna es visible en el momento de oír y creer la promesa pero comienza la felicidad por la fe. Observen en Mateo 5:3-12:
“BIENAVENTURADOS LOS POBRES DE ESPÍRITU PUES DE LOS CUALES ES EL REINO DE LOS CIELOS.” Nadie cree que los pobres en espíritu tienen felicidad, pero cuando creemos la promesa y seguimos adelante con fe, somos bienaventurados.
“BIENAVENTURADOS LOS QUE LLORAN, PUES ELLOS SERÁN CONSOLADOS.” ¿Quién cree que un llorón es feliz? Pero si creemos Su promesa y seguimos adelante, alabando a Dios y dándole gracias, somos felices a pesar del doloroso evento que nos hizo llorar.
“BIENAVENTURADOS LOS HUMILDES, PUES ELLOS HEREDARÁN LA TIERRA.” No ahorita, sino en el futuro, pero ahora podemos estar felices porque creemos que algún día seremos bendecidos.
“BIENAVENTURADOS LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA, PUES ELLOS SERÁN SACIADOS” cuando Dios cumple Sus propósitos y Su Reino se revela en poder con la venida de Cristo.
“BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS, PUES ELLOS RECIBIRÁN MISERICORDIA.” ¿Cuándo? Muchas veces en sus necesidades, y al final cuando llega el momento de ser juzgado por nuestras obras. Pero desde ahora uno puede comenzar a reclamar la promesa, como dice Hebreos 4:16, cuando llegamos a Su Trono de Gracia.
“BIENAVENTURADOS LOS DE LIMPIO CORAZÓN PUES ELLOS VERÁN A DIOS.” Esta promesa es para el futuro pero cuánta felicidad nos produce si creemos a Dios y seguimos en las huellas del Señor Jesús para llegar a donde Él está…a la diestra del Padre.
“BIENAVENTURADOS LOS QUE PROCURAN LA PAZ PORQUE ELLOS SERÁN LLAMADOS HIJOS DE DIOS.” ¿Cuándo? A veces esto sucede ahora porque un pacificador es tan raro que cuando se ve en un fiel discípulo, la gente se da cuenta que es porque somos Sus hijos.
Y esta última bienaventuranza es la más “ilógica”, según la manera de pensar del mundo. ¿Cómo puede ser? “BIENAVENTURADOS AQUELLOS QUE HAN SIDO PERSEGUIDOS POR CAUSA DE LA JUSTICIA, PUES DE ELLOS ES EL REINO DE DIOS. BIENAVENTURADOS SERÉIS CUANDO OS INSULTEN Y PERSIGAN Y DIGAN TODO GÉNERO DE MAL CONTRA VOSOTROS FALSAMENTE, POR CAUSA DE MÍ. REGOCIJAOS Y ALEGRAOS PORQUE VUESTRA RECOMPENSA EN LOS CIELOS ES GRANDE PORQUE ASÍ PERSIGUIERON A LOS PROFETAS QUE FUERON ANTES QUE VOSOTROS.” Aquí se ve claramente que la felicidad prometida es por lo que Dios dice que va a hacer por nosotros después de esta vida. Pero por fe podemos/debemos estar felices desde ahora, aún en medio del sufrimiento por la fe en Su fidelidad en cumplir todas Sus promesas.
Hay historias verídicas de algunos que fueron quemados en la estaca; murieron cantando himnos al Señor. Otros al ser comidos por leones alababan al Señor. Si creemos Su promesa podemos estar felices. Pero los que no creen sufren gritando “¿Por qué me haces esto, Señor?” ¿Cuál es nuestro problema? Queremos ver la bendición ahorita y queremos estar felices ahora. No nos gusta esperar. No nos gusta tener que vivir por fe, sin ver, sin tener la respuesta a nuestras oraciones ahora. Cuando actuamos por fe, Dios nos hace felices en medio de las pruebas. Dice Santiago 1:12: “Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba, porque una vez que ha sido aprobado, recibirá la corona de vida que el Señor ha prometido a los que le aman.”
Recuerden, amigos, cada vez que leen “Bienaventurado….” que esto significa “Feliz serás…” Esta es una victoria tremenda sobre el enemigo de Dios que quiere que seamos tristes, vencidos, quebrados y sin fe. Sin duda, esta es una de las mayores evidencias de la obra del Espíritu de Dios en nosotros. ¿Quién podría estar feliz en pruebas y persecuciones, problemas y pérdidas de bienes, luchas y sufrimientos? Pedro dijo “Si sois vituperados por el nombre de Cristo, dichosos sois, pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros” (1 Pedro 4:14). Él es el Espíritu de Aquel que es “el Autor y Consumidor de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él, soportó la cruz” (Heb. 12:2). Cristo tenía que esperar también para recibir Su recompensa pero lo hacía con felicidad porque sabía lo que le esperaba. Así que hagamos lo que El hizo: suframos con la felicidad de la fe de Jesús para recibir después los grandes premios de la gloria en Cristo.
¿Cómo podemos adquirir esa fe vencedora? De Sus promesas escritas en Su Palabra, creídas con la ayuda de Su Espíritu y esperadas con paciencia. No hay otra manera de ser feliz. ¡Ánimo, amigos! El Señor nos dejó el camino y nos acompaña. Nos espera en la meta con Sus premios. ¡Aleluya!
Sin fe, no hay felicidad.
Abrazos, Samuel