Taller familiar
Samuel Clark
Hijos Grandes Descarrilados

Queridos amigos casados:

Ojalá que yo nunca tuviera que escribir sobre este tema, pero es una realidad. Afirmar que los hijos de un fiel siervo de Dios no pueden salir mal es el equivalente a decir que uno de los 12 discípulos nunca podría negar o traicionar a Cristo, el Mentor y Ejemplo Perfecto. Es negar algo patente que cualquiera que tenga unos años en el Señor ha visto. O tal vez, aún peor, es cubrir lo que algunos de nosotros estamos experimentando ahora mismo. No seamos ciegos a la posibilidad de que esto suceda o pueda suceder entre nosotros.

Ahora bien, decir esto no significa que debemos confesar nuestros sufrimientos como padres a todo el mundo. Eso podría dañar enormemente la relación con los hijos. Pero sí debemos confiar esta carga a por lo menos un amigo en Cristo, mejor a varios que mantendrán la confianza y que orarán fielmente por nosotros y nuestros hijos con problemas. Los padres necesitan ayuda, apoyo en oración, consejos y mucho amor y amistad fiel sobre todo cuando hay casos de desviación de la personalidad, adicciones peligrosas o trastornos emocionales. Son cargas demasiado pesadas para que la pareja las lleve solita.

Los padres no deben engañarse, diciendo que no tienen problemas, por el temor de ser considerados un fracaso como familia. No debemos escondernos detrás de algunas promesas bíblicas que afirman que nuestros hijos serán salvos. Esto lo he oído y visto entre nosotros. Tenemos que aceptar el hecho de que cada hijo tiene libre albedrío. Cada uno es responsable de su propia relación con Dios por medio del arrepentimiento de sus pecados y la fe en Jesucristo para el perdón y la vida eterna que Dios regala. Aun nuestros errores como papás no excusan a ningún hijo de las malas decisiones que tome en su relación con Cristo. Esto es verdad especialmente en familias donde se enseñaba la Biblia y el Camino de Salvación.

Seguramente nuestras palabras e iras pueden herir a nuestros hijos por muchos años. Los abusos físicos, sexuales y psicológicos les hacen daño. Sin embargo, esto no quita la responsabilidad de cada uno de obedecer a Jesús. El nunca les ha abusado o dañado, ni lo hará. Quiero decirlo una vez más: “No hay excusa” como dice la Biblia en Romanos 2 y 3.

En otras cartas he tratado de enfatizar la responsabilidad de los padres hacia sus hijos: enseñarles, corregirles, ser ejemplos, amarles, no irritarles, etc. Ninguno de nosotros lo ha hecho perfectamente. Si fuera necesario que fuéramos perfectos, ninguno se atrevería a tener una familia. La verdad es que todos fallamos, más o menos, todos somos culpables de errores, pero esto no quiere decir que estamos destinados al fracaso con nuestros hijos. Hay algunas cosas que podemos hacer para prevenir que nuestros errores causen fracasos en los hijos. También hay cosas que podemos hacer para rescatarles si salen mal.

Una de las prevenciones más importantes es la enseñanza de la Palabra en el seno del hogar. Tantos cristianos se han equivocado aquí, dejando esta responsabilidad a otros – la Iglesia, la escuela cristiana o algunos que tienen ese ministerio. ¡Qué bueno si están recibiendo esa orientación! Pero no es suficiente. Dios dio órdenes específicos a los padres de familia para hacer esto (véanse Salmos 78:1-8; Prov. 22:6). Librerías cristianas venden buenos libros de lecciones importantes para niños. Podemos leer esas lecciones a los niños y ampliar la enseñanza práctica según su nivel de conocimiento y experiencia.

Luego, la oración por ellos, por sus problemas en la escuela, con los amigos o con sus emociones. Cuando Dios contesta esas oraciones los hijos se dan cuenta y aprenden a orar también. Es una lección que necesitan aprender para toda la vida…y es inolvidable. Hay que orar por ellos y con ellos.

El perdón es esencial en su preparación para vivir en este mundo de tantos errores y ofensas. Los papás tienen que pedir perdón a sus hijos para que ellos aprendan a pedir perdón y reconciliación rápida. También tenemos que perdonarles rápidamente. Toda la vida, aun cuando sean adultos será necesaria esta mutua reconciliación, de pedir y dar perdón. No debemos dejar en pie cosas que nos separan en el ambiente familiar. Jesús dijo que es más importante que ir a reuniones cristianas (Mateo 5:23,24).

Hay otros pasos buenos pero estos son vitales para entrenar a nuestros hijos en cómo andar con Dios y con la familia en Su Luz. Nadie puede culpar a Dios por problemas familiares si no está haciendo lo básico para criar a sus hijos en una vida cristiana. Estas tres cosas no son nada nuevas pero necesitamos recordar y reforzar las cosas b ásicas siempre.

Sin embargo, amigos, podemos hacer estas cosas y aún más y de todas maneras sufrir la pérdida de comunión cristiana con algunos hijos que por sus razones se separan del camino de Cristo. A veces, estando aún en la casa o ya fuera de la casa, deciden ir por otro camino. Es sumamente doloroso para los padres y abuelos cristianos ver a sus queridos en caminos dañinos y ruinosos. Normalmente no lo hacen para herirnos sino para buscar su propia libertad. Tal vez ni se dan cuenta de nuestras l ágrimas y dolor.

¿Qué podemos hacer en tales casos? Algunos pueden estar pensando: “Eso no sucederá nunca con mi precioso hijo”. Déjame advertirles que muchos amigos, siervos de Dios, padres buenos, tienen a uno o más hijos lejos de Dios ahorita. No hay “garantía” disponible para los padres, especialmente en un mundo tan anticristiano y perverso como el en que vivimos. El virus de la rebelión está infectando a nuestros hijos en casi todos los medios de comunicación. ¿Qué podemos hacer si caen en las mentiras y engaños satánicos que les inundan diariamente?

Primero y más importante, es amarlos con el fiel amor del Padre Celestial, ejemplificado en la parábola del hijo pródigo. No rechazarles ni darles a entender que ya no están en la familia ni nuestro corazón por cosas que han hecho o decisiones malas que han tomado. Debemos mostrarles que hemos luchado con dudas y tentaciones fuertes, y sólo por la gracia de Dios seguimos en este camino angosto. Demasiados padres comunican un rechazo a hijos descarrilados y de paso dan una falsa imagen del Padre Celestial que nos acepta y aguanta tantas faltas nuestras.

La segunda estrategia es la oración de guerra contra las obras de Satanás. Dios quiere rescatarlos y devolver sus pasos a Su camino. Usa las oraciones específicas de padres y amigos, guerreros espirituales, para romper las cadenas del diablo (el tirano de Isaias 49:24,25). Creo firmemente esto:

“Pues aunque andemos en la carne, no militamos en la carne, porque las armas de nuestra milicia son poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando todo pensamiento cautivo a la obediencia de Cristo” (2 Corintios 10:3-5).

Una de las armas más poderosas en la guerra espiritual es la oración de fe. Cuando pedimos lo que sabemos es la voluntad de Dios, sabemos que tenemos lo que pedimos en el nombre de Jesucristo (1 Juan 5:14,15; Juan 14:13,14). Dios quiere que todos sean salvos y conozcan la verdad (1 Tim. 2:1-4). Satanás busca bloquear el mensaje de Cristo Jesús en la mente de los que se separan de El. Mentiras, filosofías diferentes e interpretaciones engañosas de las Escrituras ciegan sus mentes a la Luz del Mundo. Jesús vino para deshacer las obras del diablo (1 Juan 3:8). Con el dedo puesto en estas verdades podemos derribar las fortalezas y romper las cadenas satánicas para poder sembrar la semilla de la Palabra con cortesía (1 Pedro 3:15). Muchas veces los padres no somos tan humildes cuando citamos la Palabra al hijo problemático. Las peticiones que yo uso más son:

  • Abre sus ojos.
  • Alumbra su corazón oscuro.
  • Convéncelo del pecado de la incredulidad.
  • Dale el don de la fe en Jesucristo como el Unigénito Hijo de Dios.
  • Ten misericordia de mi querido hijo.
  • Llama a su puerta.
  • Atráelo a Jesús.
  • Ata al diablo. No le permitas molestar nuestra conversación.
  • Recuérdale tu Palabra que ha leído.

Una última sugerencia: no debemos tratar de hablar de su situación cada vez que viene … o dejará de venir. Cuando abre la puerta un poco sí hay que entrar y dejar un mensaje positivo del amor de Dios en Cristo. Pero no podemos forzar la puerta cerrada. Mejor táctica es volver a orar específicamente por puertas abiertas (Colosenses 4:2,3) y las palabras de gracia (Efesios 6:19). Dios tiene un día de salvación (2 Cor. 6:2), no podemos apresurar ese tiempo propicio. No seamos impacientes y necios. Tengamos ánimo y esperanza. La batalla es del Señor.

Que el Señor nos ayude siempre a poner los Fundamentos de la Familia Cristiana.

Abrazos, Samuel

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