juan317

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

Juan 3:17

Desarrollo
Juan 3
11 De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.
12 Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?
13 Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.
14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.
21 Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios.

A partir de esta sección (verso 11 al 21) ya son solo las palabras de Jesús, hasta aquí Nicodemo ha pasado de ser el honorable maestro de Israel a ser un simple e ignorante alumno escuchando al verdadero Maestro, quién comienza enfatizando que la esencia de enseñar radica en hablar lo que uno verdaderamente conoce y ha visto, y en este sentido Jesús hablaba del reino de Dios porque realmente lo conocía, Él era de ahí, por lo tanto su enseñanza no era simple teología sistemática, sino el testimonio de lo que conocía. El único capacitado para enseñar respecto de lo celestial era Jesús, sin embargo Nicodemo y el resto de los fariseos no reciben este testimonio porque no creen que Jesús sea el Mesías de Dios. Sin contar que hasta aquí la conversación no había profundizado en cuestiones celestiales, sino tan solo se había hablado de cuestiones terrenales, las que tienen que ver con la condición del hombre y su estado pecaminoso, lo cual precisaba de una inmersión en agua como consecuencia de verdadero arrepentimiento para morir a una vieja vida y ser regenerado por medio Espíritu Santo hacia una vida nueva. Si esto que era tan solo el principio del mensaje le costaba creer cuanto más rechazarían las cosas celestiales (el nuevo pacto de Dios, el diseño de la salvación del hombre, la expiación de los pecados y la justificación por gracia)
A lo que Jesús continúa diciendo, nadie jamás va a poder hablar de las cosas celestiales porque nunca nadie subió al cielo como para traer el testimonio de arriba. El único que puede hablar de las cosas del cielo es Aquel que descendió del cielo, el Hijo del Hombre que está en el cielo (Jn 6:38). Tal declaración es difícil de aceptar para un fariseo, Jesús le está diciendo que él descendió del cielo porque es del cielo, y además Él es el único que tiene la cura para rescatar al hombre del poder de la muerte, la cual impartiría a todos por medio de creer en Él quien iba a ser levantado sobre una cruz a la vista de todos por causa de expiar nuestros pecados (Is 45:22). La manera de librar seria igual a la que Moisés utilizo en el desierto, quien tuvo que levantar una serpiente de bronce sobre un asta en el desierto para que todos los israelitas que habían sido mordidos por serpientes verdaderas sean sanados del mortífero veneno con tan solo mirar a ella. Del mismo modo serian ahora sanados todos los hombres del mortífero veneno del pecado con tan solo contemplar la obra expiatoria de Cristo en aquella cruz y creen en Él. En el caso de Moisés la serpiente de bronce sanaba de la muerte física (solo era algo temporal), en el caso de Cristo él sanaría de la muerte eterna, el mecanismo era el mismo pero el efecto diferente.
Dios había provisto un único medio por el cual toda la humanidad seria salvada del mortífero veneno del pecado, y era entregando la vida de su unigénito hijo, al cual no escatimo (Ro 8:32) sino que entrego por amor para redimir a su creación, a fin de que solo por medio de él todos los hombres alcancen la salvación del alma (Lc 9:56). Dios exhibió la medicina y la puso delante de los hombres, así como lo hizo Moisés con la serpiente de bronce en el desierto, a fin de que todos corran a Cristo y sean salvos del poder del la muerte, donde el que no corre hacia él solo se ha perjudicado, porque eligió sucumbir bajo el efecto del pecado. En el día que Dios juzgue todas las cosas, la condenación para aquellos que no miraron y corrieron a Cristo será su propia obstinación, porque no creyeron en Él sino que amaron mas el pecado, porque desearon deleitarse bajo los efectos del veneno mortal del pecado viviendo una ilusión a corto plazo, no obstante todos los que corrieron a Cristo ninguno de ellos será avergonzado, sino que todos ellos serán vivificados (Jn 5:24)
Moisés exhibió una serpiente de bronce sobre un asta en el desierto para mantener la vida física a los israelitas, Dios exhibió a su unigénito Hijo sobre una cruz a todos los confines de la tierra para conceder vida eterna a la humanidad (Jn 12:32).

Enseñanza
Recordamos que en la primera sección se nos hablaba del “reino de Dios” acercado a la tierra y la necesidad de un “nuevo nacimiento” para pertenecer a él, en esta segunda sección Jesús nos habla de tres cosas diferentes, “creer”, “salvación” y “condenación”, que en definitiva son la implicaciones prácticas para pertenecer al reino de Dios. Dicho de otro modo, nacer de nuevo conlleva un proceso práctico para pertenecer al nuevo reino, el cual comienza por “creer”, creer que hubo un hombre que descendió del cielo y nos acerco el reino de Dios, y que a su vez Él era el único medio por el cual podíamos ser librados de la condenación del pecado y hallar salvación para nuestras almas. El único que podía trasladarnos del reino de las tinieblas al reino de la luz, el cual lo hizo por medio de su sacrificio en la cruz, aquella preciosa sangre derramada a nuestro favor como la única medicina para redimirnos de la muerte, y de este modo nos justifico para con el Padre celestial haciéndonos santos para participar de la santidad de Dios para siempre. Entonces la puerta de todo lo que Jesús viene exponiendo a Nicodemo es “creer”, dicho de otro modo comienza por creer, creer en Aquel que Dios levanto de los muertos.
Creer es un verbo, una acción constante que implica un cambio de naturaleza, no se trata solo de una confesión verbal, sino del arduo trabajo de seguirle y obedecerle en todo lo que él ha enseñado, todos los días, en cada instante de nuestras vidas, dicho de otro modo es una conversión de nuestro ser, lo cual nos lleva al primer punto del un nuevo nacimiento, de una nueva vida en Cristo.

Esto comienza por la realidad de darnos cuenta del estado de envenenamiento en el que estamos por causa del pecado, y que el único que tiene la medicina para poder sanarnos es Cristo Jesús, quien fue exhibido sobre una cruz para que todo aquel que en Él crea no se pierda sino que tenga vida eterna.

Tito 3
5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo,

1°Pedro 1
3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos,

2°Corintios 5
17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

1°Juan 5
18 Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.

Conclusión
El fue entregado por nosotros, fue violentamente castigo por nuestra causa, y tal evento fue observado por todas las huestes de la creación; ángeles y humanos, demonios y el adversario, la creación misma, todo se detuvo aquel día, el Hijo de Dios estaba siendo condenado. Para ese momento todo lo sucedido se magnificaba; los puñetazos en su rostro fueron como pedradas lanzadas con violencia, los azotes sobre su cuerpo como fuertes olas golpeando una endeble barca, la corona de espina como saetas disparadas a corta distancia, cargar aquella cruz fue como aplastarlo con una rueda de molino, el martillo sobre los clavos sonaron como truenos que se apagaban en sus manos, darle a beber hiel con vinagre fue como sumergirlo en un mar de aguas amargas, y aquel ultimo clamor al Padre sonó como un insuperable grito de victoria. Durante tres días todas las huestes espetaron en silencio, hasta que Dios mismo inclino los cielos y descendió a buscarlo (Sal 18:9), desde lo más profundo de la tierra Jesús se elevo, a lo que toda la creación con gran voz exclamo; he aquí ¡El Señor Resucito!, y por primera vez en toda la historia de la humanidad un hombre se acercaba a las puertas eternas del cielo, a un lugar donde jamás ningún hombre había llegado, y estando frente a ellas clamó para que se abrieran, las cuales irresistibles a sus palabras se abrieron, y atravesando Él por ellas se transformó en el camino (Jn 14:6) vivo para acceder al reino, permaneciendo así hasta ahora, para atraer hacia sí mismo a todos los verdaderos ciudadanos del reino.

3. “Nicodemo, has de nacer de nuevo” | David Barceló

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