¡Entramos en el mes de Mayo!

Una festividad de este mes, es el día de la madre, que se suele celebrar el primer domingo

Puede que te tome un momento pensar en ejemplos de madres en la Biblia. Los personajes bíblicos más famosos suelen ser hombres. Cuando pensamos en las historias bíblicas que todo el mundo conoce, nos vienen a la mente personajes como Jonás, Noé, Sansón y David. O nos acordamos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan y hablamos de los escritos de Pablo. 

“La historia de algunas de las mujeres en la Biblia”

La verdad es que hay toda una serie de madres inspiradoras en la Biblia, solo que la mayoría de veces no fueron ellas las que escribieron sus propias historias o se escribió sobre ellas. Afortunadamente, hay algunos relatos de madres increíbles en la Escritura que vivieron vidas dedicadas a Dios y sus historias pueden inspirarnos y fortalecer nuestra propia fe. A continuación, leeremos la historia de algunas de estas madres de la Biblia.

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+ 01. Sara: La Madre Que Espero

En Génesis 11:30 vemos que: “Sara no podía quedar embarazada y no tenía hijos”. Esto había causado dolor a ambos, Sara y Abraham, en el capítulo 15 de Génesis cuando la Palabra de Dios vino a Abraham, él contestó, “¿que podrás darme, Señor, si no me has concedido un heredero? Dios le contesta que mire las estrellas del cielo, porque así de vasta sería su descendencia. Abraham y Sara esperaron 15 largos años antes de que el Señor renovará su promesa, y 10 años más antes de que la cumpliera dándole a Sara un hijo llamado Isaac.

Probablemente Sara no hubiera ganado por esperar e incluso se burló de la idea que Dios podía hacer lo que prometió, pero afortunadamente, las promesas de Dios no dependieron del nivel de fe de Sara. Dios cumplio con sus promesas de acuerdo a su plan a lo que Sara respondió en Génesis 21.

“Dios me hizo reír. Todos los que se enteren de lo que sucedió se reirán conmigo. ¿Quién le hubiera dicho a Abraham que Sara amamantaría a un bebé? Sin embargo, ¡le he dado a Abraham un hijo en su vejez!”.

¿Puedes imaginar esperar tanto tiempo para recibir una bendición? Sara trató de creer en la promesa pero tuvo dudas hasta que finalmente fue cumplida. Después, Sara rió con alegría por lo que el Señor había hecho. Isaac seguiría con el legado de su padre Abraham.

+ 02. Agar: La Madre Que Resistió

Agar fue una esclava egipcia y una sirvienta personal de Sarah, la esposa de Abraham, quien no tenía muchos derechos en aquellos tiempos, especialmente en convertirse esposa de Abraham. Aunque después cambió su estado, ella seguía siendo sirvienta de Sarah.

Una vez que Agar quedó embarazada de Abraham, Sarah sintió celos y después de haber sido maltratada por Sarah, Agar partió hacia su tierra natal. En el camino encontró al ángel de Dios quien le dijo que regresara, puesto que también le había prometido una descendencia numerosa a través de su hijo a quien habría de llamar Ismael.

Tiempo después, Agar y su hijo fueron enviados al desierto , donde ella creyó que morirían de sed, pero Dios es fiel y le mostró un pozo de agua. Génesis 21:20 “Y Dios estaba con el muchacho, que creció y habitó en el desierto y se hizo arquero.” Agar pensó que había escapado su miseria la primera vez, pero Dios le pidió regresar, ella obedeció y Dios la bendijo a ella y a su hijo grandemente tal y como lo había prometido.

+ 03. Rebeca: La Madre Que Engañó

Rebeca fue una mujer de mucha fe, ella obedeció a Dios cuando los sirvientes de Isaac le contaron sobre el hombre que quería casarse con ella. Genesis 25 dice que cuando Rebeca se embarazó ella podía sentir como los bebés peleaban dentro de su vientre. Cuando ella preguntó a Dios por qué estaba pasando tal cosa, Dios le respondió: “Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos se dividirán desde tus entrañas; un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor.” En esa época los mayores jamás servían a los menores y el primogénito heredaba lo mejor de todas las cosas.

Cuando Isaac era viejo y de edad muy avanzada, le dijo a Esaú que fuera a cazar ganado y que preparara una comida para que pudiera recibir su bendición. Pero Rebeca al escuchar esto, le dijo a su hijo Jacob que le trajera comida para que ella se la preparara a Isaac antes que Esaú. Jacob no no estaba seguro de querer engañar a su padre de tal forma, pero su madre Rebeca le dice en Génesis 27: “Hijo mío, deja que tu maldición caiga sobre mi. Solo ve y haz lo que te mando. Ve y tráeme lo que te pido.” Creo que podemos asumir que Rebeca se acordó de lo que le dio el Señor años atrás durante su embarazo.

Rebeca se decidió a engañar para seguir la promesa de Dios y de esa manera los planes de Dios fueron hechos como se había dicho. Tiempo después, su hijo Jacob discutiria con Dios y se le daría un nuevo nombre, Israel.

+ 04. Lea Y Raquel: La Madres Que Tuvieron Que Compartir

Cuando Jacob se fue a quedar con su tío Labán, conoció a una de sus hijas llamada Raquel. Jacob se enamoró de ella y quería casarse con Raquel, tanto fue su deseo que estuvo dispuesto a trabajar siete años para poder casarse con ella. Pero Labán engañó a Jacob, y aun después de los siete años de labor, le ofreció a Jacob su otra hija, Lea, en matrimonio. Lea le concedió muchos hijos a Jacob estando consciente de que no era tan amada por Jacob como lo era Raquel quien permaneció sin dar a luz.

Ambas mujeres le dieron sus sirvientas a Jacob que a su vez le dieron a Jacob aun más hijos. En Génesis 30 vemos que: “Entonces Dios se acordó de Raquel; y Dios la escuchó y le concedió hijos.” Raquel dio a luz a dos hijos, José y Benjamín, pero murió dando a luz a Benjamín.

Es natural que hermanos y hermanas compitan e incluso tengan disgustos, pero te puedes imaginar tener que compartir a tu esposo con tu hermana, sintiendo que tienes que ser mejor que la otra. De cualquier manera, Dios, bendijo a ambas hermanas y sus hijos llegarían a formar las 12 tribus de Israel.

+ 05. Jocabed: La Madre Con Un Plan

Un nuevo rey llegó al poder en el antiguo Egipto, un hombre que no tenía ninguna obligación por honrar las promesas de Josue y honrar el pacto con los israelitas. Lo único que le preocupaba a este rey era que los hebreos crecieran en número y sobrepasaran a los egipcios, así que los esclavizó a todos. De la misma manera el rey ordenó a toda las parteras que mataran a los nuevos bebés, pero ellas no obedecieron. El faraón dio otro mandato en Éxodo 1:16 “Cuando ayuden a las mujeres hebreas en el parto, presten mucha atención durante el alumbramiento. Si el bebé es niño, mátenlo; pero si es niña, déjenla vivir”

Una mujer Levita, Jocabed, dio a luz a un hijo y lo escondió durante tres meses. En el libro de Éxodo capítulo 2 podemos ver que cuando ya no pudo esconder al bebé, Jocabed “tomó una canasta de juncos de papiro y la recubrió con brea y resina para hacerla resistente al agua. Después puso al niño en la canasta y la acomodó entre los juncos, a la orilla del río Nilo.”

Miriam, la hija de Jocabed, se quedó escondida viendo la canasta sobre el rio mientras que la hija del faraón bajaba al rio para bañarse. Cuando la hija de faraón se percató de la canasta, de inmediato llamó a sus sirvientes para que la sacaran del rio, al ver que dentro había un bebé hebreo tuvo compasión y lástima por él.

Miriam se armo de valor y salio a preguntar a la hija del faraón si quisiera que le consiguiera una mujer hebrea para que cuidara y amamantara al bebé, ella dijo que si, por lo que Miriam trajo a Jocabed para que cuidara del bebé. La hija de faraón les pagaría por cuidarlo y después que creciera un poco mas lo adoptaría como su propio hijo, dándole el nombre de Moisés.

Con su determinación, Jocabed, encontró una manera de salvar la vida de su hijo, y Dios bendijo su planes. Su hijo fue salvo, no solo de la muerte, sino que también pudo criarlo hasta que fuera de un poco mayor para vivir con la hija del faraón. Moisés creció y fue la persona que Dios utilizó para liberara al pueblo hebreo de las garras de faraón.

+ 06. La Mamá de Sansón: La Madre Que Siguió Las Reglas

Aunque no se le menciona por nombre en el libro de Jueces, muchos deducen que es la mujer mencionada en 1 Crónicas 4. Pero como no hay manera de saberlo a ciencia cierta podemos deducir que sus acciones son mucho más valiosas que su nombre. Estuvo casada con un nombre llamado Manoa pero no pudo concebir hijos. En Jueces 13 vemos que:

“Entonces el ángel del SEÑOR se le apareció a la mujer, y le dijo: He aquí, tú eres estéril y no has tenido hijos, pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora pues, cuídate de no beber vino ni licor, y de no comer ninguna cosa inmunda. Pues he aquí, concebirás y darás a luz un hijo; no pasará navaja sobre su cabeza, porque el niño será nazareo para Dios desde el seno materno; y él comenzará a salvar a Israel de manos de los filisteos.”

La mamá de Sansón supo que había algo especial en la visitación del ángel de Dios y cuando su esposo tuvo miedo y pensó que serían muertos por haber visto a Dios, ella se lo hizo entrar en razón diciéndole que no hacía sentido que les hubiera dicho esas cosas si al final los iba a matar.

Al dar a luz, llamó a su hijo Sansón y el Señor lo bendijo. Aunque algunas de sus acciones fueron cuestionables, el Señor lo utilizó de manera poderosa en sus planes para derrotar a los filisteos.

+ 07. Naomi: La Suegra Que Compartió Su Fe

Naomi y su familia escaparon de Moab, su pais natal, por causa de una gran hambruna en aquella tierra. Su esposo murió y sus dos hijos se casaron con mujeres Moabitas, una se llamaba Orpa y la otra Ruth. Diez años más tarde los hijos de Naomi fallecieron, y despues Naomi escucho que Dios habia vuelto a bendecir su pais natal con comida. Así que le dijo a sus nueras que podían regresar a sus hogares y encontrar nuevos maridos, antes de partir todas lloraron inconsolablemente. Orpa regreso a su lugar de origen y a sus antiguos dioses, pero, Ruth, se negó a dejar sola a Naomi diciendo:

“No insistas que te deje o que deje de seguirte; porque adonde tú vayas, iré yo, y donde tú mores, moraré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú mueras, allí moriré, y allí seré sepultada. Así haga el SEÑOR conmigo, y aún peor, si algo, excepto la muerte, nos separa.”

Ruth aprendió de la fe de Naomi aun durante tiempos difíciles y amargos por lo que Naomi siguió cuidando y aconsejando sabiamente a Ruth en sus encuentros con Boaz quien se convirtió en el nuevo marido de Ruth. El Señor bendijo a Ruth y a su vez le dio un nuevo hijo cuando Ruth se casó con Boaz, por lo que las mujeres de la tierra de Naomi le dijeron:

“¡Alabado sea el Señor, que te ha dado ahora un redentor para tu familia! Que este niño sea famoso en Israel. 15 Que él restaure tu juventud y te cuide en tu vejez. ¡Pues es el hijo de tu nuera que te ama y que te ha tratado mejor que siete hijos!” (Ruth 4: 14).

“¡Por fin ahora Noemí tiene nuevamente un hijo!». Y le pusieron por nombre Obed. Él llegó a ser el padre de Isaí y abuelo de David” (Ruth 4:17).

+ 08. Ana: La Madre Que Guardó Su Promesa

Ana estuvo casada con un hombre que la amaba pero que a su vez tenía otra esposa, esta otra esposa era capaz de tener hijos, pero vemos en 1 Samuel 1:5-6 que el Señor no permitió que Ana tuviera hijos. La otra esposa, llamada Penina, provocaba y molestaba a Ana constantemente, pero Ana solo acudía a la casa de Dios para levantar sus oraciones. Su esposo intentaba darle consuelo diciéndole: “Acaso no valgo más yo que 10 hijos?” En 1 Samuel 1: 8 aprendemos que Ana levantó oración a Dios y lloró desconsoladamente diciendo:

“Oh Señor de los Ejércitos Celestiales, si miras mi dolor y contestas mi oración y me das un hijo, entonces te lo devolveré. Él será tuyo durante toda su vida, y como señal de que fue dedicado al Señor, nunca se le cortará el cabello” (1 Samuel 1:11).

De hecho el clamor de Ana fue tan profundo que sus labios se movían pero sin emitir sonido alguno, por lo que el sacerdote del templo pensó que Ana estaba ebria. Al poco tiempo después Dios bendijo a Ana y le concibió un hijo a quien llamó: Samuel “porque dijo: «Se lo pedí al Señor” (1 Samuel 1:20).

Tal como lo prometio, Ana cumplio con sus palabras. Cuando el niño era de edad lo trajo al templo de Dios y se lo presentó a el sacerdote Elí. Ana dijo en su oración:

“¡Mi corazón se alegra en el Señor! El Señor me ha fortalecido. Ahora tengo una respuesta para mis enemigos; me alegro porque tú me rescataste” Puedes leer toda su hermosa oración en 1 Samuel 2:1-10.

Samuel vivió una vida dedicada a Dios y sería la persona en que ungiera a los dos primeros reyes de Israel, Saúl y David.

+ 09. Elisabet: La Madre Que Creyó En Milagros

Elisabet estuvo casada con un sacerdote llamado Zacarías en el libro de Lucas 1 dice que ambos, Elisabet y Zacarías eran justos delante de Dios y observaban todos sus mandatos. Elisabet permaneció sin dar a luz, y ya eran ambos de edad muy avanzada; de manera similar a los días de Job, la gente pensaba que las mujeres que no podían dar a luz era a causa de algún pecado. Este tipo de crítica y de creencia era muy difícil de sobrellevar, especialmente para una dama esposa de un sacerdote.

Cuando Zacarías estaba en el templo del Señor, se le acercó el Ángel Gabriel diciendo:

“No tengas miedo, Zacarías! Dios ha oído tu oración. Tu esposa, Elisabet, te dará un hijo, y lo llamarás Juan. Tendrás gran gozo y alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento” (Lucas 1:13-14).

Zacarías tuvo sus dudas y cuestionó cómo sería posible lo que Dios le había dicho por lo que fue castigado sin poder hablar durante el embarazo de Elisabet, quien por cierto estaba regocijada de alegría por la bendición que Dios le concedió diciendo: “¡Qué bondadoso es el Señor! —exclamó ella—. Me ha quitado la vergüenza de no tener hijos” (Lucas 1:25).

Cuando María, la madre de Jesús, vino a visitar a su prima Elisabet, ella yacía reposando con el niño aún en su vientre llena del Espíritu Santo. María se llenó de gozo y alegría al ver su prima. Cuando llegó la hora de dar a luz, Elisabet puso a su hijo por nombre, Juan. Cuando los vecinos fueron con Zacarías para confirmar el nombre del bebé, él escribió Juan en un papel y en ese momento sus labios fueron abiertos y su voz regresó a él. Todos se quedaron perplejos y se preguntaban que llegaría a ser de este bebé cuando fuera hombre ya que su nacimiento fue milagroso.

Juan sería la persona que bautizaría a mucha gente en agua preparando así el camino para el Mesías.

+ 10. María: La Mujer Que Es Bendita Entre Las Mujeres

Maria, una virgen prometida a un hombre llamado José fue visitada por el ángel Gabriel quien le dijo:

“—No tengas miedo, María —le dijo el ángel—, ¡porque has hallado el favor de Dios! Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será muy grande y lo llamarán Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David. Y reinará sobre Israel[a] para siempre; ¡su reino no tendrá fin!” (Lucas 1:30-33).

María tenía preguntas de cómo algo como esto podría suceder por lo que el ángel le contestó : “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por lo tanto, el bebé que nacerá será santo y será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35). Maria aceptó estas palabras y creyó con toda su fe. Cuando fue a visitar a su prima Elisabet ella se dirigió a María diciendo: “Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y tu hijo es bendito” (Lucas 1:42).

María creyó que las promesas de Dios serían cumplidas.

Un ángel de Dios también visitó a José quien le rectifico y apaciguó la duda de José respecto al embarazo de María. Como podemos ver en el libro de Mateo capítulo 1, José tomó por esposa a María pero no consumó el matrimonio hasta después de que ella diera a luz. María y José viajaron a Belén para tomar parte de un censo y fue durante ese tiempo que María dio a luz en el mas humilde de los lugares.

Maria atesoró muchas cosas mientras cuidaba y criaba a Jesús, sin embargo, tuvo que aguantar uno de los sacrificios más grandes de todos los tiempos, el hijo que ella dio a luz, vino al mundo por parte de Dios para entregarse en sacrificio, el único sacrificio, que pudo cambiar y redimir a la humanidad. Ella tuvo que ver a su hijo sufrir, ser torturado, ser escupido y burlado antes de morir una muerte violenta en una cruz.

En el libro de Juan capitulo 19, podemos ver:

“Estaban de pie junto a la cruz la madre de Jesús, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofás y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre al lado del discípulo que él amaba, le dijo: «Apreciada mujer, ahí tienes a tu hijo». Y al discípulo le dijo: «Ahí tienes a tu madre».Y, a partir de entonces, ese discípulo la llevó a vivir a su casa” (Juan 19:25-27).

Aun estando en su lecho de muerte, Jesús, procuro cuidar a su madre y le dejó a los discípulos como hijos nuevos. Maria fue bendita por Dios puesto que fue escogida entre todas la mujeres para nutrir y cuidar a su hijo. Y aun a pesar de la muerte, también hubo alegría puesto que su hijo no quedó muerto sino que derrotó a la muerte, se levantó y así aseguró vida eterna para todo aquel que crea en Él.

+ 11. ¿Qué nos dicen todas estas mujeres?

Cada una de estas mujeres y aquellas que aparecen en la Biblia y no hemos incluido, tuvieron un rol diferente de las otras. Sin embargo, todas tienen en común el haber cumplido la misión para la que fueron creadas. Ellas hicieron lo que tenían que hacer. Supieron recorrer el camino que Dios tenía trazado para ellas. No miraron hacia otros o desearon tener otro lugar, sino que siguieron su propio camino, y cada uno fue diferente y original.

Algunas de ellas tuvieron la vocación de engendrar al hijo que iba a cambiar la historia, o la vocación de acompañar y ayudar a sus maridos en su misión. Otras tuvieron que ser ellas mismas las protagonistas de ese cambio luchando por su pueblo.

Vemos claramente que en la Biblia no hay un rol secundario de la mujer, sino que tuvo personajes femeninos que fueron protagonistas y esenciales en la historia de la salvación.

Asimismo, estas historias nos muestran que no hay una función encasillada para la mujer: ni de madre, ni de esposa ni de guerrera. Cada mujer debe encontrar su verdadera vocación. La razón por la cual existe.

Todos tenemos una razón de ser, no estamos acá por casualidad. Y cuando encontramos nuestro sentido real, verdadero y vivimos fiel a esa vocación, es que podemos sacar lo mejor de nosotros mismos.

“En la búsqueda de la mujer por encontrar una identidad que en realidad no les es propia «pierde su verdadera personalidad», pierde su encanto, no sabiendo verdaderamente para que fue hecha, ni cual es su vocación o misión” (Jo Croissant).

“La identidad de la mujer en Cristo”

No hay nada más doloroso que ver a una hermana en Cristo luchando con su identidad. Su lucha suele estar enmascarada por otros males como la depresión, la ansiedad, el miedo y una sensación general de estar perdida. El agotamiento que provoca la lucha por su vida espiritual es genuino. El descanso es todo lo que ella quiere, aunque ese descanso es lo que ya tiene en su unión con Cristo.

Muchas de estas mujeres se encuentran desorientadas y con la sensación de haber estado corriendo en círculos en una salvaje búsqueda del tesoro. A menudo han sucumbido a la presión del olvido y se han enredado en una red de engaño tejida por el enemigo (Col 2:4).

Estas mentiras tan bien tejidas nos dicen que no somos suficientes para nuestros esposos, familias y amigos, aumentando la carga de no estar a la altura de nuestros propios estándares y expectativas, y haciendo que nos aferremos a la culpa de los fracasos tanto reales como imaginarios. Al igual que es difícil quitarnos la telaraña de encima, la trampa del enemigo se aferra con insistencia a nuestros corazones. Se necesita un cuidado especial y una disciplina tenaz para desecharla con la verdad de la obra consumada de Cristo. 

Aprovechemos este tiempo para aprender a encontrar los tesoros que Dios nos da, a través de la prédica de Ligia de Cartea acerca de nuestra identidad como mujeres de Dios.

Recuperemos la identidad como mujer de Dios – Parte 1 en audio

+ 01. Recuperemos la identidad como mujer de Dios – Parte 1 en texto

Hoy disfrutamos de la prédica de Ligia de Cartea acerca de nuestra identidad como mujeres de Dios. ¿Tienes el corazón endurecido? ¿Estás dando fruto? ¿Eres consciente de que el Señor puede volver a buscarnos en cualquier momento? Aprovechemos este tiempo para aprender a encontrar los tesoros que Dios nos da, aún en medio del dolor.

Ligia: Realmente es un gusto estar con ustedes, un privilegio y una enorme responsabilidad. Cuando me invitaron me sorprendí, y sentí mucho temor delante del Señor porque no es fácil estar aquí. Yo preferiría estar escuchando, y no es fácil cuando no hay tema, porque acá hay muchas hermanas y cada una de nosotras ha venido con nuestras cargas, con nuestros problemas, con tantas cosas que nos angustian y que quizás solo el Señor sabe.

Aunque en este momento yo voy a dar la Palabra, soy una sierva inútil, no soy nada delante de Dios, el poder está en la Palabra de Dios.

Así como Marta y María lo hicieron, cada una de nosotras necesitamos trabajar para luego sentarnos en quietud a los pies del Señor. ¿Por qué? Porque a los pies del Señor nuestra alma encuentra el descanso. Nuestro corazón se llena de su palabra. Lo escuchamos en voz quieta, no hablamos. Necesitamos escuchar la voz del Señor hermanas. Estamos en tiempos sumamente difíciles, donde Satanás ataca a las familias cristianas, y nosotras sabemos que como mujeres de Dios somos el centro del hogar, o deberíamos serlo. Vivimos en un mundo donde la mujer ha dejado el lugar que Dios le ha dado, en todos los aspectos. La mujer cristiana debe recuperar ese lugar. La moda del mundo, o lo que el mundo dice es “no le lleves el apunte a tu esposo”, “independízate”, “se libre”, “no estés a cargo de tus hijos”, “el hogar te esclaviza” y tantas cosas que escuchamos, pero Dios dice “recupera el lugar donde yo te he puesto”. El hogar es el lugar primario donde Dios nos ha puesto, para que nuestra influencia como “maestras del bien”, dice la Palabra, se vea en nuestros esposos, en nuestros hijos, si hay hermanas viudas o separadas también, todas necesitamos de la palabra. El salmista decía en el Salmo 42:2: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”. A veces estamos con el corazón seco, con nuestra vida seca, y somos como un desierto, no tenemos nada para dar, y no tenemos cómo recibir. ¿Fueron alguna vez a algún desierto? Nosotros hace muchos años con mi esposo pudimos ir a Israel. En Israel hay un desierto de piedras, no un desierto de arena. Es duro, uno lo ve y parece que no hay vida. Muchas veces mi corazón está como ese desierto, y cae el agua de la palabra de Dios y se evapora, no puede penetrar, porque mi corazón está como una piedra. Me he alejado de los principios de Dios, y hermanas, debemos recuperar la identidad como mujeres de Dios, como pueblo de Dios. Acá hay muchas chicas jóvenes, yo las amo, me encantan. Siempre pienso cuando estamos así reunidas, que aquí estamos tres generaciones: las mujeres mayores, las intermedias y las jóvenes. Las mayores nos cuentan de una etapa que no vivimos. Nos comparten sus experiencias, no las desaprovechemos. En oriente dicen que cuando una persona mayor muere, desaparece una biblioteca. No desaprovechemos a las personas mayores. Nos cuentan lo que no vivimos, nosotras aprendemos de ellas. Las intermedias estamos en el presente, aprendiendo de ellas. Y las jóvenes nos hablan de un futuro al que quizás no llegaremos. Entonces somos tres generaciones que tenemos que tender puentes entre nosotras. Ni las jóvenes despreciar a las mayores, ni las mayores despreciar a las jóvenes. Volvamos a tener unidad e identidad como pueblo de Dios, ¿qué es la identidad de un pueblo? Es su forma de hablar, su idioma, son sus comidas, su forma de reunirse, y nosotras nos damos cuenta, “ah, este es norteamericano, pero este es inglés”, identidad de pueblo. ¿Dónde está la identidad del pueblo de Dios? Se ha diluido. Hoy es lo mismo todo. Yo no las conozco, así que voy a hablar con toda libertad. Hermanas, recuperemos la identidad como mujeres de Dios. El mundo necesita mujeres de Dios. Ya hay demasiadas mujeres del otro lado, “livianas” o “mujercillas” como dice la Biblia. Dios quiere mujeres que seamos maestras del bien. Nosotras tenemos que ser maestras del bien, debemos tener a Dios como centro de nuestra vida. Necesitamos el agua de la palabra de Dios para ser como árbol plantado que da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. ¿Estás dando fruto, hermana? ¿Estoy yo dando fruto? ¿Qué hay de mi vida? ¿Qué hay con lo que Dios ha hecho conmigo? Tengo que estar cerca de Dios.

Este tiempo en el que vivimos, entre la conversión y entre que el Señor nos lleve a su presencia, ya sea porque muramos o porque él venga a buscarnos, es un tiempo de espera y de aprendizaje, de espera, porque tenemos que vivir sabiendo que el Señor puede volver en cualquier momento. Yo tengo en casa un pequeño rectángulo, el cual es un mosaico que un misionero que estuvo trabajando por muchos años en el norte de Argentina mandó a hacer, y dice: “Quizás hoy.” Hoy puede ser, estamos en el tiempo de espera. No tengo que perder de vista que somos peregrinas, tengo que cuidar mi casa, tengo que arreglarme, pero soy peregrina. Mi casa no es la definitiva, mi cuerpo no es el definitivo. Me espera la gloria, me espera una mansión. Yo no se cómo es tu casa, pero vas a tener una mejor. Yo no se cómo es tu cuerpo, quizás enfermo, quizás con marcas, quizás te falte alguna parte del cuerpo. Hermana, vas a tener un cuerpo glorioso, transformado. No importa que tu casa sea humilde o pobre. Te esperan mansiones. Quizás hoy Dios me quiere hacer ver que yo tengo que vivir pensando que el Señor puede venir hoy, y eso me hace ser consciente de que tengo que cambiar mi vida. Pero además de un tiempo de espera, es un tiempo de aprendizaje. Porque todas las experiencias que Dios nos permite vivir son para que aprendamos, para madurar, para ser mujeres, como me decía mi mamá, “una mujer hecha y derecha “. Una mujer hecha y derecha en las cosas de Dios. Entonces, este es un tiempo de espera y un tiempo de aprendizaje.

¿Por qué necesitamos aprender? Porque nos cuesta aprender. Nos cuesta desde pequeños ir a la escuela. Yo me acuerdo de que a mi hijo le tenía que poner una media, después la otra, el pantaloncito, y él se quejaba de que no quería ir a la escuela, y a todas las mamás nos habrá pasado lo mismo. No queremos aprender, el aprendizaje duele, cuesta. Dios usa las experiencias en nuestra vida para moldearnos. Hace años visitaba una mina de carbón, y me mostraban lo que es un diamante. Un diamante es un carbón negro que durante miles de años estuvo en las entrañas de la tierra, y de repente empezó a tomar forma de cristal, y cayó en manos de un joyero experto que empezó a tallarlo, y cada talladura es para reflejar una parte de luz. Eso es lo que hace Dios con nuestra vida. Cuando somos convertidas, cuando aceptamos a Cristo como nuestro salvador, somos como un carbón oscuro, no valemos nada, pero Dios nos dice: Tienes valor para mí. Mucho valor. Yo voy a tallarte, quiero que reflejes mi luz. Yo quiero que tú resplandezcas, quiero enseñarte. El apóstol Pablo nos habla mucho de esto, él decía “He aprendido a contentarme” Pablo tenía todo, y lo dejó todo. ¿Por qué? Porque le esperaba algo mejor. Pero ese “he aprendido” podríamos leerlo así: “he sido llevado a aprender, a contentarme” Pablo sufrió azotes, estuvo en tempestades, sufrió desprecio, fue abandonado por creyentes, le pasaron mil cosas. Pero él dice, “He sido llevado a aprender”. Mi querida hermana, estamos siendo llevadas a aprender para reflejar la gloria de Dios. Cuando Dios te permita pasar por una experiencia, sea cual fuera, por más dura que sea, y no lo estoy diciendo de una manera liviana, porque yo también he tenido experiencias muy duras, debemos preguntarle al Señor qué quiere que aprendamos, qué hay en toda esta situación, que pueda ser de edificación para mi vida. Algo hay, algo escondido, algún tesoro hay. Necesitamos aprender a dejar todo, por más dura que sea la prueba. Tenemos que aprender mientras todavía podamos. No sabemos en qué etapa de la vida estamos, no importa si tenemos 10, 15 u 80 años. Podemos estar en la final. Dios puede perfectamente esta noche pedir mi alma. ¿Qué voy a presentar delante de Él? ¿Cómo me voy a presentar delante de Él?

+ 02. Recuperemos la identidad como mujer de Dios – Parte 2 en texto

Continuamos aprendiendo de Ligia de Cartea, hoy nos habló sobre la importancia del temor de Dios. Diferenciamos temor de miedo, descubrimos por qué debemos temer a Dios, y aprendimos los beneficios que trae ser mujeres temerosas en nuestra relación con Dios y con los hermanos.

Ligia: Yo quería en esta mañana que aprendiéramos un poquito del temor al señor. En realidad, la palabra temor es una palabra neutra, porque se puede usar para algo malo, y también para algo bueno.

Nosotras estamos llenas de temores. Tenemos temores cuando somos chicas de una infinidad de cosas. Vamos creciendo y nos preguntamos ¿Me casaré? ¿Tendré novio? ¿Me querrá alguien? Las madres pensamos: ¿Señor, qué compañero o compañera le vas a dar a mi hijo? Tenemos temor, miedo, vamos a hacernos un chequeo al médico y estamos angustiadas, con miedo, esperando el resultado. En Buenos Aires vivimos con terror de los asaltos, de los asesinatos. El miedo es fruto del pecado. ¿Se acuerdan cuando en Génesis el hombre comió de lo que no tenía que comer, hizo lo que no tenía que hacer? Ellos habían pecado, ¿y qué pasó? Cuando Dios salió a buscarlo, él dijo: tuve miedo. Tuve temor. Ese es el temor malo, fruto del pecado. Y desde esas páginas de la Biblia, ese temor malo se instaló en el hombre y sigue hasta nuestros días. ¿Ustedes se acuerdan en Mateo 14:26, que los discípulos estaban en una barca, vieron a Jesús caminando sobre el agua, y pensaron que era un fantasma? Tuvieron miedo. En Juan 20:19 estaban los discípulos con las puertas cerradas por miedo. El miedo es como una cinta negra que atraviesa toda la palabra, desde génesis hasta apocalipsis. María, cuando el ángel le dijo lo que iba a pasar, dice la Biblia que tuvo temor. El miedo se instala en nuestra vida, pero tenemos que desecharlo, tenemos que pedirle al señor que nos ayude a ser una mujer sin temor. Porque, ¿saben qué pasa, hermanas? El temor malo paraliza nuestras vidas, paraliza nuestra mente. Empezamos a imaginar cosas y armamos de una pequeña cosa, una novela de 5 volúmenes. Y al final, no era así. Yo estuve noches sin dormir, angustiada, me peleé con mi esposo, traté mal a mis hijos, fui a la reunión, si es que fui, con mala cara, y no pasó nada de lo que yo imaginé. Tenemos que desechar ese temor porque satanás lo usa para paralizar nuestras vidas.

Ahora, yo no vine a hablar de cosas feas. Quiero hablar de un temor que tenemos que cultivar: el temor al Señor. Es un adjetivo que hoy no se usa. ¿Ustedes han escuchado últimamente a alguien decir “esta mujer es temerosa de Dios”? Y “esa mujer es una mujer prudente en su conducta”, ¿lo han escuchado? Son adjetivos calificativos que ya no se usan, los hemos borrado de nuestro lenguaje.

La mujer temerosa de Dios. La Biblia le da mucha importancia al temor de Dios, y también, como el temor malo, el temor bueno aparece desde las primeras páginas de la Biblia. Génesis 22:10 y 12, es un capítulo impresionante, la vida de Abraham. Dios le pide a Abraham que entregue a su hijo, al único, al que amaba, a Isaac. Dios le pidió que le diera todo. Y fíjense lo que hizo: “Y extendió Abraham su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo” ¿Ustedes se imaginan lo que fue ese momento? ¡Qué hombre íntegro! Sigue diciendo: “entonces el ángel de Jehová le dio voces” Habló a los gritos, como para que lo escuchara, “desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham y él respondió: Heme aquí”. Yo me imagino esa escena, habrá quedado con el cuchillo en la mano. Continúa diciendo: “No extiendas tu mano sobre el muchacho ni le hagas nada, porque ya conozco que temes a Dios por cuanto no me rehusaste tu único hijo” Podríamos cerrar la Biblia con este texto. Abraham no dijo ni una palabra discutiendo la voluntad de Dios. Queridas hermanas, la voluntad de Dios, y lo que está en la Biblia no se discute. Ustedes pueden discutir mi opinión, pero cuando una hermana viene, abre la Biblia y dice: mirá Ligia, esto está acá, yo tengo que callar la boca. La Palabra de Dios no se discute porque es Dios la que la da. Y Dios es un Dios a quien tenemos que temer reverencialmente. No podemos discutir las instrucciones de Dios. Abraham lo había aprendido, estaba dispuesto a darlo todo, su alegría, su único hijo, al que amaba, y su proyecto de vida, porque Dios se lo había pedido. Las órdenes de Dios no se discuten.

Vamos a Jeremías 2:19. La lucha de Dios con el pueblo con el pueblo hebreo en todo el antiguo testamento fue lo mismo: discutían lo que Dios quería hacer con ellos, las órdenes de Dios. Y miren lo que dice Dios en este pasaje: “Tu maldad te castigará, tus rebeldías te condenarán. Sabe pues, y ve cuán malo y amargo es haber dejado tú a Jehová tu Dios y faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los Ejércitos” Cuán malo y amargo. Querida hermana, ¿Estás lejos de Dios? ¿Has dejado el temor del Señor? ¿Te has enojado con alguien? Vuelve al temor del Señor.

Ahora vamos a ver tres aspectos en nuestra vida en los cuales el temor del Señor puede ayudarnos. En primer lugar, el temor en mi relación con Dios. Leamos Filipenses 2:12 “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” Y Hebreos 12:28 “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia” En el primer pasaje, Pablo dice hablándole a los filipenses: ocúpense de su salvación con temor y temblor. Si dijimos que el temor hacia Dios es ese temor reverencial, y sabemos que Dios es un Dios santo, el temor hace, no que le tengamos miedo a Dios, sino que tengamos miedo de pecar, ese es el temor. No quiero dañar la santidad de Dios con una vida absurda y llena del pecado, porque costé mucho. A veces decimos que la salvación es gratis, pero es gratis para mí. ¡Cuánto costó la salvación, hermanas! Cristo estaba en el cielo, en la gloria, bajó a un mundo de pecado, se hizo hombre, creció en un pequeño pueblo que nadie conocía, estuvo 30 años en silencio, nació de una mujer, se humilló. Yo a veces me pregunto cómo pudo haber sido que el hijo de Dios se hiciera un feto, allí estaba, toda la gloria hecha un niño pequeñito, y sin mencionar la cruz, cuando llevó todo nuestro pecado. La gracia de Dios me alcanzó, me salvó, perdonó mis pecados. Ahora, tenemos que ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor porque costamos mucho, y hemos recibido un reino inconmovible, la roca. Allí estamos, puestos nuestros pies sobre la roca. Él es nuestra fuerza, Él es nuestro poder, Él es nuestro Señor, Él es nuestro pastor, Él es nuestro consolador, nuestro proveedor, todo lo tenemos en Él. ¿Qué hemos hecho? Nada. No merecíamos nada. Todo es por gracia. Y el apóstol dice: ocúpense. No es que soy salva y ya está. Tiene que haber un crecimiento, tengo que ocuparme de mi salvación, tengo que sentarme a considerar, como la mujer de Proverbios 31, los caminos de mi casa. Puede ser mi casa, mi hogar, o mi casa, mi cuerpo. ¿Qué pasa en mi casa? ¿Qué pasa conmigo? ¿Me estoy ocupando de mi salvación? El temor al Señor me hace pensar que un día me voy a dar cuenta de qué manera me he ocupado de mi salvación.

Segundo, el temor del Señor también me ayuda en mi relación con los hermanos. Efesios 5:21 es un texto muy pequeño. Dice: “Someteos unos a otros en el temor del Señor”. También podríamos leerlo de esta manera: someteos unas a otras, por respeto a Cristo. Me encantó esto. Vieron que a veces las madres les decimos a los hijos: Por respeto a mí, hace esto. Limpiamos la casa, y vienen, y tiran todo, entonces les decimos: por respeto a mí, que limpié, por favor cuidá. Es una frase que la entendemos porque lo peor que puede pasar es sentir que no nos respetan, ¿verdad hermanas? Cuando no nos respetan, cuando nos desprecian, es horrible. Por respeto al Señor, someteos unas a otras. Nosotras podemos vestirnos de los colores que queremos, podemos pintar nuestra casa como queramos, decorar, ahí el Señor nos dejó libertad. Pero en su casa, las reglas las pone Él. Y están en la Biblia: Someteos unos a otros. ¿Qué quiere decir? ¿Que el hermano me tiene que pisotear? ¿Que la hermana me tiene que despreciar? ¿Que yo tengo que ser humillada permanentemente? Nada que ver. Someternos habla de cumplir cada uno la tarea como un engranaje. Somos un cuerpo, y cada órgano del cuerpo cumple algo. Por ejemplo, mi hígado está sometido a mi páncreas, mis ojos están sometidos a mi cerebro, y así todo. Cada órgano tiene su función y hace que el engranaje funcione. Ustedes pueden ver los relojes suizos, que a veces tienen piezas milimétricas dentro del engranaje que están sometidas unas a otras para dar la hora perfecta. Entonces, queridas hermanas, sometámonos unas a otras en el temor del Señor.

+ 03. Recuperemos la identidad como mujer de Dios – Parte 3 en texto

En la tercera y última del estudio realizado por Ligia de Cartea acerca de la identidad de la mujer de Dios hablamos de ser mujeres temerosas de Dios, mujeres prudentes. Ligia nos desafía en varios aspectos: ¿Qué don tienes? ¿Estamos dispuestas a hacer lo que Dios manda? ¿Amamos a Dios? ¿Le tememos? ¿Nos estamos preparando para cuando nos encontremos con el Señor nuevamente? Te invitamos a que conozcas las respuestas a estas preguntas y más en el programa de hoy.

Ligia: A veces somos muy difíciles. Hay hermanas que para mí son difíciles, y hay muchas más para las cuales yo soy difícil. Ahora, hermanas, debemos aprender a amarnos en el Señor. Dejemos las cosas de abajo, discusiones inútiles. Estamos en un cuerpo para que el mundo vea la gloria de Dios, y si nosotras peleamos, el mundo va a ver lo mismo que tienen ellos. El mundo no necesita más de lo que tienen ellos, ya tiene suficiente. Necesita ver algo distinto, y nosotras tenemos la obligación de mostrar que el temor al Señor hace que podamos vivir en armonía, aún con muchas diferencias. Somos de distintos pueblos, de distinta educación, de distintos hogares, de distintos niveles culturales y quizás hasta económicos, pero en la casa de Dios somos hijos de Dios, siervos de Cristo. Ninguna es más que otra, todas somos siervas. La maestra es sierva, la que limpia es sierva, la que hace el café es sierva, la que abre la puerta es sierva, la que canta en el coro es sierva, todas somos siervas. ¿Me voy a enorgullecer? ¡No! Tengo que estar humillada porque el Señor permite que esta sierva inútil pueda hacer algo en su obra. ¡Esto es maravilloso! ¿Qué don tienes? ¿Lo estás ejerciendo? Algunas piensan que están demasiado mayores como para servir, pero la realidad es que hay infinidad de cosas que podemos hacer. Entregar un tratado, orar, venir a las reuniones, animar a las jóvenes, ser cariñosas, tender puentes, orar por los hermanos responsables, orar por los chicos que tocan música, orar por los noviazgos, orar para que el Señor aparte a nuestros jóvenes del mal, para que se creen hogares donde la Palabra de Dios sea el fundamento, ¡vaya si tenemos cosas para hacer! Porque mientras nosotras discutimos banalidades, se nos va la vida, y cuando estemos en la presencia de Dios vamos a tener que dar cuenta. El temor del Señor me hace ver que un día voy a dar cuenta de cómo me ocupé de mi salvación y de cómo me relacioné con mis hermanos.

Tercero, la relación con la familia. También ahí el temor del Señor está presente. Tenemos el ejemplo de la mujer de Proverbios 31, tan hablada y comentada. La mujer compraba, vendía, sembraba, hilaba, pero no es eso lo que Dios quiso dejarnos en ese monumental capítulo de la Biblia. Lo que quiso dejar lo encontramos en el primer texto, y en uno de los últimos. El primero dice “mujer virtuosa”, o “mujer prudente”. ¿Saben quién es la mujer prudente? Es la mujer que toma las decisiones en la presencia de Dios. Esa es la mujer prudente. La que toma las decisiones en la presencia de Dios, y la que no da un paso si Dios no dice: Ahora hacelo. Yo he aprendido, y he aprendido a los golpes, a decir: Señor, no me muevo hasta que no me muestres, porque soy muy torpe en entender cuál es tu voluntad, porque si no, sé que voy al fracaso. Muéstrame, Señor, lo que tengo que hacer.

Más adelante dice: “La mujer que teme, esa será alabada.” O sea, la prudente y la que teme. Qué maravilla la mujer que teme, porque está enfocada en que todo lo que hace, lo hace para el Señor. Por eso era tan excelente, porque hacía todo, pero estaba enfocada en hacer las cosas con excelencia, su casa era un relojito, era una mujer que temía, y dice que por temer será alabada, no por todo lo demás. Lo otro era un valor agregado, pero temía al Señor. Mi querida hermana, un hogar se lleva temiendo al Señor. Hoy estamos en tiempos muy difíciles, nuestros hijos necesitan nuestro consejo, pero no podemos aconsejar si nosotras no tenemos en nuestra vida un respaldo. Porque lo primero que nos dicen es: cerrár la boca porque vos no estas haciendo eso. Le decimos que no hablen mal, pero nosotras por teléfono nos la pasamos criticando, decimos que vayan a la reunión, pero nosotras no vamos. Queridas hermanas, el temor del Señor empieza dentro nuestro, porque, y esto es muy serio, yo voy a tener dar cuentas a Dios de cómo llevo a mi familia. Voy a tener que rendir cuentas. Y hay hogares, y quiero ser muy respetuosa en esto, donde nuestras hermanas sufren mucho. Les cuesta mucho ser mujeres temerosas de Dios, por mil razones que ellas saben. A lo mejor con hijos dados a la droga o al alcohol, han formado hogares con gente inconversa, maridos que son déspotas, que las humillan, puede haber mil casos. Querida hermana, cuentas con el poder de Dios. Aférrate a Él, y has, dentro de lo que puedas, todo. El orden en el hogar, la limpieza en el hogar, la comida en el hogar, una mujer que se dedica a sus hijos y a su esposo. No importa si tiene mal carácter o no, yo cumplo mi parte. Él dará cuenta a Dios. Chicas, busquen hombres de Dios. Que el primer lugar para el hombre sea Dios, siempre nosotras en segundo lugar. Yo siempre le digo a mi esposo: El día que me digas que ocupo el primer lugar en tu vida, estamos en problemas, porque se que algo va a funcionar mal. No quiero ocupar el primer lugar, no me interesa, porque se que no va a ser de bendición. Necesitamos ser mujeres temerosas de Dios en nuestra familia.

Todo esto tiene trascendencia, hermanas. Vamos a Apocalipsis 19:5, otro pasaje monumental. Dice: “Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes. Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.” Estos textos son impresionantes. Ya hemos dejado la vida aquí, y allí estamos, dice, los que teméis. Aquella congregación donde vamos a encontrar seres queridos que han partido. ¿Hermana, tiene algún ser querido que ha partido? Allí lo va a encontrar, allí va a estar, glorioso, resplandeciente. Tú y yo vamos a estar ahí. ¿Tememos al Señor? ¿Le amamos? ¿Queremos hacer lo que Él nos manda? Allí vamos a estar. Pero ¿qué más dice? Dice: La esposa se ha preparado. ¿Cuándo es el tiempo de preparación? Cuando muramos, se terminó. Ahora estamos preparándonos. La iglesia se ha preparado, es acá donde tenemos que hacerlo. Yo voy a llevar allá lo que preparé acá, y esto me hace pensar en una boda. Cuando nos invitan a una boda, las mujeres pensamos en dos cosas: En el regalo, y en qué me voy a poner. Mi mamá tiene 87 años, y cuando la invitan a una boda, me dice: Nena, ¿qué te parece que me ponga? Me encanta que a los 87 años tenga ganas de pensar en qué se va a poner. Miren hermanas, nos tenemos que preparar acá para una boda allá. Es ahora cuando nos tenemos que preparar. ¿Cómo te estás preparando para ese día? ¿Saben por qué nos tenemos que preparar? Porque “a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.” Lo que usted haga aquí, es el vestido que se va a poner allá. ¡Qué maravilla! Y yo no sé, iré con algún vestido sencillo, pero voy a ver vestidos resplandecientes de hermanas que han sembrado la palabra, que han amado al Señor, que han sido temerosas de Él, estamos a tiempo hermanas, hagamos que hoy haya un giro en nuestra vida, y que meditemos en esta palabra. Que digamos: Señor, quiero, a partir de hoy, ser una mujer temerosa, una mujer que trascienda la eternidad, porque cuando llegue allí quiero estar con el mejor vestido, quiero estar preparada con las acciones justas. No en mí calidad, no en mi carne, porque eso no sirve, sino que, en acciones justas, revestidas de la justicia de Dios. Aunque sean cosas pequeñas, pero cosas que hacemos para el Señor. No importa que nadie lo vea, es para el Señor. Yo tengo un tallado en madera en mi cocina que dice: Aquí se sirve al Señor con alegría. Porque ¿sabe qué hermana? En la cocina usted está sirviendo al Señor. Yo trabajo entre 12 y 14 horas por día, estoy todo el día fuera de casa. Llego a la noche a cocinar, y muchas veces me pongo el delantal, y estoy muy cansada. Pero entro a mi cocina y veo el tallado: Aquí se sirve al Señor con alegría. A lo mejor nadie lo ve, nadie me agradece, no importa. Es para el Señor. Entregué un tratado, abracé a una hermana, oro por alguien, consuelo a alguien, hermanas, seamos cariñosas, seamos de corazón agradable, aprendamos a abrir la boca con sabiduría y a cerrarla con sabiduría, seamos la mujer que teme al Señor, porque esa será alabada.

Yo espero que aquí, a partir de hoy, por lo que hemos visto en la palabra, muchas mujeres sean mujeres que puedan ser alabadas. Y que yo pueda escuchar de ustedes, y ustedes puedan escuchar de mí: Es una mujer temerosa de Dios.

En esos momentos difíciles en tu vida, Dios quiere ser tu mentor y consejero


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